Así sería una guerra nuclear según la inteligencia artificial

Un análisis de las armas modernas, decenas de millones de muertes, las ciudades objetivo y las secuelas que cambiarían la vida en la Tierra para siempre
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Supuesto de una guerra

En un mundo fracturado por tensiones geopolíticas, la posibilidad de un conflicto nuclear es el peor escenario imaginable. Si llegara a desatarse una guerra nuclear, las consecuencias serían catastróficas, dejando cicatrices profundas en la humanidad y el planeta.

Las armas nucleares modernas son cientos de veces más potentes que las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La “Bomba del Zar”, probada por la Unión Soviética en 1961, tenía una capacidad destructiva de 50 megatones, y se estima que los arsenales actuales incluyen bombas aún más sofisticadas y poderosas.

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Además de explosiones termonucleares, se podrían usar misiles de alta precisión, detonaciones submarinas para generar tsunamis radiactivos y armas nucleares tácticas diseñadas para objetivos específicos en campos de batalla.

Imagen de Dall-E

Estas armas no solo destruyen físicamente; generan radiación, calor extremo y pulsos electromagnéticos capaces de apagar sistemas electrónicos a gran escala, paralizando países enteros.

La detonación de una sola bomba de un megatón sobre una ciudad densamente poblada podría provocar entre 500 mil y un millón de muertes inmediatas. En un conflicto global, con cientos de misiles lanzados, las cifras serían inimaginables: decenas de millones de víctimas en cuestión de horas. A estas se sumarían los heridos, desplazados y los millones afectados por el colapso de infraestructuras esenciales, como hospitales, redes de agua potable y sistemas eléctricos.

Ciudades en la mira

De acuerdo con analistas militares, ciudades como Nueva York, Moscú, Pekín, Londres, Tokio y Washington D.C. serían objetivos prioritarios debido a su importancia estratégica, económica y política. Lugares como Kiev, Seúl o Tel Aviv también estarían en la lista debido a conflictos regionales.

Las explosiones causarían devastación en un radio de kilómetros, con incendios incontrolables, vientos huracanados y temperaturas capaces de derretir acero. La radiación, invisible, pero letal, se extendería rápidamente, causando envenenamiento radiactivo masivo. En las semanas siguientes, enfermedades, hambre y caos social dominarían las áreas afectadas.

Imagen de Dall-E

Un conflicto nuclear desataría un “invierno nuclear”. Las partículas de humo y polvo lanzadas a la atmósfera bloquearían la luz solar, provocando un enfriamiento global que afectaría los cultivos y generaría hambrunas.

La radiación residual contaminaría el agua y los suelos durante décadas, haciendo inhabitables vastas regiones del planeta. Los ecosistemas se colapsarían, y la biodiversidad sufriría pérdidas irreversibles.

¿El final de la civilización?

Aunque algunos expertos sugieren que una guerra nuclear limitada podría dejar regiones aisladas relativamente intactas, la interconexión global haría que las consecuencias alcanzaran a toda la humanidad.

El mundo postnuclear sería un escenario de supervivencia, marcado por la escasez, la enfermedad y el miedo constante a nuevas detonaciones.

Frente a esta sombría posibilidad, la diplomacia internacional y los tratados de desarme nuclear son las únicas barreras entre la humanidad y su autodestrucción.

El precio de fallar en estos esfuerzos sería demasiado alto para imaginarlo.

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