Los ciclones del pacífico mexicano y su impacto en BCS
- A 6 años de “Odile”, especialista de la UABCS habla en entrevista sobre este tipo de fenómenos meteorológicos
De acuerdo con la Dra. Eleonora Romero Badillo, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, es entre mayo y noviembre cuando en el Océano Pacífico se presentan condiciones de temperatura que favorecen la formación de huracanes o ciclones tropicales.
Éstos se caracterizan por ser fenómenos con movimientos de aire en círculo, aunque cada uno puede llegar a tener un proceso e intensidad diferentes. De manera particular, son los ciclones tropicales los que afectan a México y se forman principalmente cuando la temperatura del mar está por encima de los 27 grados centígrados.
“Al haber una temperatura alta hay mucha evaporación y genera una baja presión, que lleva a las masas de aire que están alrededor a compensarla y a moverse desde los puntos de alta presión, hacia el centro de baja presión.
Es cuando se producen las corrientes circulares, producto de la rotación de la tierra y, a mayor evaporación, el fenómeno va incrementando fuerza”, indicó la catedrática universitaria, adscrita al Departamento Académico de Ciencias Marinas y Costeras.
Señaló que, a diferencia del Atlántico, donde los ciclones tropicales afectan a muchos países e islas del Caribe, en el lado del Pacífico, México es el único país que recibe su impacto. Generalmente se forman en el Istmo de Tehuantepec, muy cerca de nuestro país, y en los primeros meses de la temporada suelen recurvar e impactar en los estados del sur, como pueden ser Oaxaca o Chiapas.
En el caso de Baja California Sur, es en los meses de agosto y septiembre, principalmente, cuando se registran los impactos de estos fenómenos, aunque la investigadora destacó que, a la altura de Jalisco, es cuando tienen mayor intensidad y a medida que avanzan hacia el noroeste empiezan a debilitarse.
Por ello, de acuerdo a los registros que existen, que datan de hace 55 años, hemos tenido muy pocos impactos de huracanes de categoría 3, donde destacan “Olivia”, “Kiko” y, por supuesto, “Odile”; y todavía menos de categoría 4, siendo “Lisa”, el que más se ha acercado.
La Dra. Romero Badillo dijo que si analizamos el número de ciclones que se han formado en el Pacífico, encontraremos que hay años donde ha habido poca actividad, como en 2010, cuando sólo se formaron 7. En contraparte, en 1992 hubo 24 fenómenos y, más recientemente, en 2018, se formaron 22.
En cuanto a las precipitaciones en BCS, señaló que algunos de los ciclones que han dejado más agua han sido “Kiko”, con 302 milímetros registrados en 24 horas. También aparece “Nora”, que impactó en 1997 con categoría 1 y tuvo una precipitación de 318 milímetros en San Bartolo. Un año después, “Isis”, de categoría 1, registró 386 milímetros en la Ribera. Por último, destacan “Juliette” que tuvo un acumulado de 400 milímetros y “Odile” de 490 milímetros en San Javier.
Este último, junto al “Lisa”, han sido los más devastadores en nuestra entidad y ambos tuvieron su impacto en el mes de septiembre, en distintos años. En el caso del segundo, aunque el centro del huracán no entró a tierra, pasó muy cerca de La Paz, lo que trajo consecuencias devastadoras, debido al radio de sus vientos máximos, que no se encuentran pegados al ojo del huracán.
Otro aspecto que subrayó la investigadora de la UABCS, es que existen fenómenos que pueden afectar el ciclo de los huracanes, como “El Niño” y “La Niña”. Por ejemplo, si el primero de ellos se alarga, las temperaturas cálidas se extienden muy al norte. Esto provoca que los ciclones continúen en esa ruta, con trayectorias y desarrollo ciclónico más largos.
La Dra. Eleonora Romero Badillo refirió que lleva un seguimiento constante de cada uno de los fenómenos que se van presentando, así como de la información del Centro Nacional de Huracanes, para contar con datos precisos que apoyen su estudio científico y seguir contribuyendo, desde la académica, a la generación de una cultura de prevención.
En este sentido, destacó la importancia de que la población, ante la proximidad o llegada de un ciclón, debe guardar siempre la calma, verificar los datos en fuentes oficiales y, particularmente, atender en todo momento las recomendaciones que dicten las autoridades en materia de protección civil.