Las marcas en la vida de los tiburones blancos del Pacífico Mexicano

Mordidas de otros tiburones, ventosas de calamares, parásitos y peces simbiontes, son algunas de las marcas que exhiben la piel de los tiburones blancos en México.
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2008
Tiburón blanco

Durante la pandemia COVID-19, investigadores del CICIMAR-IPN, Edgar E. Becerril-García y Marcial Arellano-Martínez, de la UABCS y de otras organizaciones de la sociedad civil como Pelagios Kakunjá A.C. y ECOCIMATI A.C. se dedicaron a analizar un portafolio de más de 12 mil fotografías de tiburones blancos en las aguas circundantes de Isla Guadalupe, Baja California: un sitio de agregación único en el mundo, en una de las islas volcánicas más grandes y bellas del país. 

Este análisis fotográfico permitió identificar individualmente a cada tiburón blanco, ya que los patrones de pigmentación en su piel son únicos en cada individuo y funcionan como una huella digital para los monitoreos.

Los patrones de pigmentación entre la coloración oscura y brillante del tiburón blanco permiten identificarlos a nivel individuo, para ello, los investigadores revisan y comparan los patrones en hendiduras branquiales (A), región pélvica (B), y aleta caudal (C).

Como sucede con los humanos, la piel de cada tiburón también cuenta sus propias historias. Algunos ejemplares, muestran una piel casi intacta. No obstante, los individuos adultos presentan cicatrices de mordidas de otros tiburones, ectoparásitos, y marcas de las ventosas de calamares, uno de los grupos de cefalópodos más grandes. 

Estos últimos conforman una de sus presas predilectas, que, al ser atacado por el tiburón, se defiende con sus brazos musculosos para evitar caer en las fauces del escualo.

Tiburón blanco

El nombre científico del tiburón blanco es Carcharodon carcharias; traducido al español, este nombre significa “tiburón de dientes afilados”. En casi todo momento, su mandíbula cuenta con más de 300 dientes, los cuales, son reemplazados constantemente y pueden llegar a medir más de 7 cm en los tiburones más grandes. 

El tamaño máximo registrado para esta especie es de seis metros de largo, el cual (según algunas estimaciones), se alcanza después de los 50 años de edad. Estos tiburones son longevos y requieren de al menos 20 años para reproducirse. 

Aunado a sus bajas tasas de reproducción, estas características biológicas hacen que los tiburones sean vulnerables a la sobrepesca por lo que sus poblaciones pueden tardar varios años en recuperarse. Debido a esto y a otros motivos, el gobierno mexicano lo protege desde hace más de dos décadas, por lo que su aprovechamiento requiere de métodos poco invasivos para su estudio y apreciación.

Para los tiburones, los cefalópodos son relevantes para la dieta de múltiples especies -incluidos los humanos-, y se presentan en diversos tamaños y colores. 

La importancia de estos cefalópodos es reconocida desde hace miles de años en varias regiones del mundo e incluso han sido plasmados en roca por antiguos habitantes de la Península de Baja California.

El análisis fotográfico y la medición digital de las cicatrices de ventosas en los tiburones blancos de Isla Guadalupe, permitieron identificar a tres especies potenciales de calamar – de las que posiblemente se está alimentando el tiburón blanco -, todas ellas de gran tamaño al superar los dos metros de largo. 

El calamar gigante (Architeuthis dux), el calamar neón volador (Ommastrephes bartramii), y el calamar de Humboldt (Dosidicus gigas) fueron los principales sospechosos en esta investigación, la cual, mostró evidencias de las interacciones ecológicas entre tiburones y cefalópodos. 

Tiburón blanco

Es interesante pensar en la antigüedad de esta relación, ya que los linajes de ambos grupos se remontan a más de 450 millones de años atrás y, por lo tanto, han sobrevivido a las extinciones masivas que han moldeado la vida en la Tierra.

En Isla Guadalupe, estas interacciones son posibles gracias a la ubicación y morfología de la isla, ya que sus profundidades superan los tres kilómetros a tan solo algunos metros de la costa. 

Las características oceánicas de esta isla volcánica, permiten obtener información sobre la ecología de especies prioritarias como el tiburón blanco: una especie que la mayor parte del tiempo se encuentra por debajo de los 50 metros de profundidad, ya sea viajando o cazando, aunque se sabe que son capaces de sumergirse a más de 1,200 metros de profundidad. Tradicionalmente, los tiburones blancos adultos son reconocidos por alimentarse de focas, leones marinos, delfines y ballenas. No obstante, entender el papel de los calamares en la dieta de tiburones jóvenes y adultos es relevante para futuras investigaciones y decisiones de manejo. 

Principalmente, ante los desafíos que viviremos por la contaminación ambiental, sobrepesca y el cambio climático. En el estudio publicado en el volumen 10 de la revista Scientific Reports, se reportaron 14 tiburones blancos -machos y hembras- con estas cicatrices durante el periodo 2008-2019. 

En promedio, los tiburones analizados midieron 3.7 metros y se argumenta que las proteínas, lípidos y ácidos grasos de los cefalópodos favorecen la nutrición para el crecimiento y reproducción del tiburón blanco en México y otros países.

Ante las propuestas de minería en aguas profundas, turismo con poca vigilancia y autocontrol, la protección de los recursos marinos resulta una prioridad para todos los mexicanos. Entender cómo interactúan las especies y motivar su investigación es uno de los primeros pasos para el desarrollo de actividades económicas que aprovechen los recursos de una forma poco invasiva.

Las investigaciones que se están realizando actualmente en la piel del tiburón blanco, proporcionarán información sobre su reproducción, ya que este órgano está en contacto permanente con el ambiente y, sorpresivamente, presenta hormonas sexuales que varían según el sexo. 

Los detalles de esta y otras investigaciones se encuentran en los repositorios digitales del Instituto Politécnico Nacional y están abiertas a todos aquellos que quieran revisarlas, pues como dice su dicho: “La técnica, al servicio de la Patria”.

Es una colaboración especial de Edgar E. Becerril-García y Marcial Arellano-Martínez, investigadores del CICIMAR-IPN.

 

Antonio Cervantes