Aquelarre en Chilpancingo

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En tercera persona

Eran apenas las 8:30 de la mañana de este lunes y en calles de Chilpancingo había ya cuatro muertos más y una camioneta de transporte público incendiada.
A esa hora de la mañana, tres unidades tipo Urvan se hallaban estacionadas en el crucero de la colonia Los Ángeles. Desconocidos las atacaron a tiros, asesinando a los choferes y prendiendo fuego a una de ellas. Un minuto más tarde, a dos calles de distancia, otra persona era ejecutada en el interior de una marisquería.
Desde la semana pasada, varias rutas de transporte público —a Tlacotepec, a Tierra Colorada, a Huiziltepec— habían suspendido servicio por las constantes agresiones a choferes por parte del crimen organizado.
Hace apenas un mes, seis choferes cayeron asesinados por pistoleros que fueron directamente a cazarlos. Dos de ellos ardieron dentro de sus unidades. Otro, que conducía en la ruta Chilpancingo-Petaquillas, fue encontrado con dos disparos en la cabeza. Cinco choferes más resultaron heridos. Un total de nueve unidades recibieron impactos de bala.
El sábado aquel, Chilpancingo se convirtió en un cementerio. Las rutas de transporte suspendieron el servicio. La capital del estado quedó sin conexión hacia Tixtla, Tlacotepec, Chilapa, Quechultenango y Mochitán. Pararon casi por completo las actividades comerciales.
Vecinos de la ciudad declararon a EL UNIVERSAL que nunca habían visto ni vivido algo semejante.
En medio de la sicosis, la alcaldesa morenista Norma Otilia Hernández envió un audio a los miembros de su equipo cercano para informarles que “todo está bien” y recomendarles que no “se la crean” ni caigan en las “fei nai” (sic) que estaban circulando en las redes.
Se acababa de difundir una imagen y un audio protagonizados por Hernández, que habían sido captados durante la reunión —un desayuno de 40 minutos— que la alcaldesa sostuvo con Celso Ortega, líder de Los Ardillos, una de las organizaciones delincuenciales que hoy tienen de cabeza a la ciudad —y le disputan su control al también sanguinario grupo de Los Tlacos.
Parte de ese dominio criminal incluye la extorsión a las rutas que conectan a una decena de municipios con Chilpancingo, una especie de ciudad-dormitorio que, sobre todo entre semana, funciona como el imán laboral y comercial más importante de la región.
Los ataques a las unidades de transporte público se han agudizado desde 2018 —en julio de ese año cosecharon sus primeros tres choferes muertos—, pero en las últimas semanas, tras la aparición de cinco cabezas en el centro de Chilpancingo como una nueva declaración de guerra, se transformaron en un siniestro aquelarre de conductores acribillados y unidades envueltas en llamas.
La tarde del domingo pasado, un chofer de la ruta Indeco-Mercado-Chilpancingo fue asesinado en los límites con Juan R. Escudero, y a su unidad le prendieron fuego.
Aunque Ejército y Guardia Nacional patrullas las calles, la violencia que resulta de la guerra entre los grupos criminales sigue creciendo.
Este lunes, después del ataque a la base de Urvan de la colonia Los Ángeles, comenzó a circular entre los choferes un mensaje enviado por su dirigencia: “Hoy la decisión es nuestra, los que crean conveniente parar sus unidades están en su derecho de hacerlo y los que no, con todas las medidas de seguridad propia trabajen y estén atentos a cualquier situación de riesgo”.
Poco más tarde circuló un nuevo mensaje: “Hay que parar las unidades, por favor, ya guárdenlas, guárdenlas, ya no saquen turno, ¿sale? Ahora sí se puso un poquito feo otra vez…”.
Amplias zonas de Chilpancingo quedaron de nuevo sin conexión. Largas filas se reportaron en las bases desiertas. La alcaldesa Hernández —de quien se han filtrado nuevos pasajes de su conversación con el jefe de Los Ardillos—, dijo se trataba de un problema federal: “Esto no me corresponde. ¿Cómo voy a decir algo de lo que yo no tengo información?”.
La gobernadora del estado, Evelyn Salgado, cuya prima sufrió un atentado en Iguala este fin de semana (a resultas del cual murió Humberto Valle, su esposo), acusó que estaba siendo atacada desde la oscuridad, “con perversión, calumnias y ofensas que buscan engañar a un pueblo informado”.
En su mensaje, señaló ser víctima de violencia de género y denunció el intento de descarrilarla, a consecuencia de su supuesto combate a la corrupción, por parte de quienes sienten “nostalgia por los privilegios ostentados en el pasado”.
El padre de la gobernadora, Félix Salgado Macedonio, acusado de haber pactado con grupos criminales desde sus días como alcalde de Acapulco, también habló. Dijo que el gobierno se hallaba a merced de una embestida mediática, que llevaba “jiribilla”, era producto de “fuego amigo” y de “hasta traiciones”.
Todo esto, bajo un horizonte de vehículos en llamas y sangre en las calles, y una guerra que no cesa entre quienes tienen cautiva a la capital del estado, así como a sus autoridades.