Un presidente absorto, colérico, rebasado

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En Tercera Persona

La noche del viernes, poco más de un millar de vecinos de Lagos de Moreno se concentraron con veladoras en las manos frente al Templo de la Anunciación. Ahí oraron por la paz. Demandaron seguridad, en un municipio sacudido por la tragedia sin nombre que hace unos días arrebató, de manera dantesca, las vidas de cinco jóvenes a manos de sicarios del crimen organizado.

Había en Lagos de Moreno un clima de consternación. “La vida parece normal, pero no es así”, declaró un vecino. En las calles se respiraba luto, miedo, impotencia. Muchas personas prefirieron no salir a marchar.

Mucho antes de que los jóvenes fueran grabados en manos de sus captores, en Lagos de Moreno privaba el miedo. Desde principios de 2023 los medios informaban de una epidemia de asaltos en la carretera Lagos de Moreno-León.

Se había tenido el peor inicio de año en un sexenio en el que los asaltos carreteros efectuados por células del crimen organizado —en medio de la transición de la Policía Federal a la Guardia Nacional—, se dispararon. En el primer bimestre de 2023 hubo tres veces más robos que en el mismo periodo de 2022.

Se habían detectado más de 14 brechas o vías clandestinas que los delincuentes habían abierto para entrar y salir de la carretera. Los retenes, los “levantones” y las desapariciones eran frecuentes, y en los medios se hablaba de una guerra entre el Cártel Jalisco y un grupo al servicio del de Sinaloa, por el control de Los Altos.

Acababa de viralizarse un video en el que una célula criminal cerraba la carretera en ambos sentidos, a la altura de Lagos de Moreno, para robar en solo media hora, y sin que la Guardia Nacional apareciera, un cargamento de autos de alta gama que transportaba un tráiler nodriza.

Nunca se hizo nada. Ni en el gobierno municipal, ni en el gobierno estatal, ni el gobierno federal, hicieron absolutamente nada.

A fines de julio el presidente de México celebró: “Nos está costando, pero se está logrando pacificar el país”. Fiel a su estilo, dijo que los conservadores, “sus lacayos y achichincles”, querían que le fuera mal a su gobierno. Pero que se iban a quedar con las ganas porque todo iba bien.

Lo que siguió fue que en los cuatro primeros días de agosto se cometieron en país 286 asesinatos. Hubo 36 en Guanajuato, 25 en el Edomex, 19 en Michoacán, 17 en Baja California, 17 en Zacatecas.

Y de nueva cuenta, mientras el viernes pasado los vecinos de Lagos de Moreno marchaban con veladoras en las manos, México entraba en otro fin de semana de frenesí, de sangre, de horror.

En Morelos dejaban “un rompecabezas humano”: pedazos de un cuerpo en distintas colonias, con narcomantas que señalaban la protección de mandos de la municipal, “uno que otro policía estatal” y “agentes de la fiscalía del estado”, al grupo encabezado por el narcotraficante Abel Maya y conocido como “Los Mayas” o “Los de siempre”.

Un grupo de encapuchados fuertemente armados subía un video con un mensaje dirigido a AMLO. Ese mensaje relacionaba al gobernador Cuauhtémoc Blanco con el asesinato en la cárcel de Atlacholoaya del líder criminal Raymundo Castro Salgado, “El Ray”. Acusaba a dos funcionarios —el coordinador de penales y el director de Atlacholoaya— de haber hecho “el trabajo al gobernador para que mataran al Ray”.

Ese fin de semana, un jefe del Cártel de Sinaloa, conocido como “El 010”, fue “levantado” en Chihuahua, en una carrera de caballos. Se lo llevaron sicarios que viajaban a bordo de camionetas con logos, supuestamente clonados, de la Guardia Nacional.

Se reportaba también la desaparición en Sonora de más de 30 mujeres entre julio y la fecha: mujeres desaparecidas en Guaymas, en Ciudad Obregón, en Nogales y Empalme…

El viernes en que los vecinos marchaban con veladoras en las manos por calles de Lagos de Moreno, el presidente de México había amenazado a los dueños de los medios de comunicación que publicaron y criticaron el chiste, por supuesta sordera, con que al cierre de su “mañanera” evitó abordar la tragedia de los jóvenes de Lagos: “Yo no culpo a los conductores de radio, de televisión, no, son los dueños de estaciones de radio y televisión, de los periódicos, no es Ciro, no es López Dóriga, es arriba, nada más que sepan que acuso recibo”.

Ese fin de semana en el que el presidente “acusó recibo”, se reportó en México un verdadero baño de sangre: 242 asesinatos (16 más que el fin de semana anterior). Un río de sangre que corrió por Guanajuato (34 homicidios), Baja California (23), Nuevo León (16), Sinaloa (15) y Michoacán (15): un aquelarre de balaceras, enfrentamientos, decapitaciones y desmembramientos.

De nada de esto ha hecho el “acuse de recibo” frente a los cárteles el presidente de México. El acuse es contra quienes publican los datos de su derrota, de su sexenio fracasado.

Caminaban con veladoras en las manos en Lagos de Moreno. El presidente no volteaba a verlos. Estaba concentrado, absorto y colérico, en la imagen de sí mismo que le devolvían los medios.

Como a lo largo del sexenio. Como en la historia del sexenio.