Colapsa la salud pública y se dispara el precio de ir al médico en México

Ir al médico en México ya no es solo una cuestión de salud, también es un tema de presupuesto. La consulta médica privada se encareció 6.1% en abril del 2025, la mayor alza registrada en más de 21 años, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Especialistas atribuyen esta escalada a un sistema público de salud que, simplemente, ya no da abasto.
La cifra no solo refleja una presión directa al bolsillo de millones de familias mexicanas, también evidencia una transformación silenciosa, pero contundente: cada vez más personas buscan atención médica fuera del sector público, aunque eso implique pagar mucho más. Según los registros del Inegi, el costo de la atención médica durante el embarazo subió aún más: 6.7% tan solo en abril.
“Estamos en un punto donde hasta ir al doctor por una gripe sale como si fuera una cirugía menor”, comenta Silvia Aguilar, madre de tres hijos en Monterrey, quien admite que dejó de llevar a sus hijos a revisiones periódicas porque la consulta con pediatra en su colonia pasó de 400 a 650 pesos en menos de un año.
Luis Fernando Hernández Lezama, presidente del Comité Técnico de la asociación civil Soy Paciente, señala que esta situación es consecuencia directa del debilitamiento del sistema público en los últimos seis años. La eliminación del Seguro Popular, la falta de medicamentos, la saturación hospitalaria y la pandemia son, en su opinión, los factores que dejaron a millones sin opciones reales dentro del sistema estatal.
“No es solo que se encarezcan los servicios médicos, es que cada vez más personas ni siquiera consideran ir al IMSS o al ISSSTE porque saben que no hay médicos, hay que esperar semanas o meses, y muchas veces ni hay medicinas”, detalla el especialista.
En ciudades grandes y pequeñas, consultorios privados han proliferado en esquinas, farmacias y hasta en casas particulares. De hecho, una encuesta del propio Inegi revela que el 64% de la población opta por acudir con médicos privados, muchas veces ligados a farmacias o a pequeños consultorios barriales. “La salud se convirtió en un mercado, y como en todo mercado, manda la ley de la oferta y la demanda”, apunta Hernández Lezama.
Durante la pandemia, muchos fabricantes dejaron de producir medicamentos de uso común para enfocarse en lo relacionado al COVID-19. Esto redujo la oferta de tratamientos generales y, al regresar la demanda habitual, los precios subieron. Lo mismo ocurre con los equipos médicos: los médicos que invierten en aparatos de ultrasonido o endoscopía repercuten esos costos en el precio de sus consultas.
En paralelo, los servicios hospitalarios también se han encarecido. Según el Inegi, la hospitalización general aumentó 6% en abril, y la atención relacionada con el parto subió 6.2%. Entre los medicamentos con mayores incrementos destacan los antidiabéticos (7.5%), antiinflamatorios (7.2%) y hormonales (6.7%).
La consultora WTW, en su informe Tendencias Médicas Globales 2024, señala que México cerró el año pasado con una inflación médica de 13.3%. Para 2025, se espera que esta cifra suba aún más: 14.9%. Las razones, explica el estudio, están en el avance de tecnologías médicas costosas y el encarecimiento sostenido de los fármacos.
Frente a este panorama, el mercado de la salud privada se vuelve cada vez más rentable.
“Estamos viendo márgenes de ganancia de hasta 300% en algunos servicios médicos”, advierte Hernández Lezama.
Sin una política pública clara para recuperar la capacidad del sistema público, el especialista teme que esta tendencia solo empeore, especialmente cuando un paciente enfrenta procedimientos mayores, cirugías o enfermedades crónicas.
“Esto no es sostenible. Si nadie mete las manos, llegará el momento en que enfermarse no solo sea doloroso, sino impagable para la mayoría”, concluye.