Sobre la ambigüedad estratégica en la relación México-EU
No fue casual el acomodo de la mesa en la reunión trilateral celebrada en la Casa Blanca. Se preparó una puesta en escena como si los invitados estuvieran rindiendo un tipo de informe, en ese sentido el presidente AMLO y el primer ministro Justin Trudeau tuvieron que aceptar ese incómodo papel ante el presidente Biden. Fue una muestra de poder.
Hubo, hay más bien, una urgencia para llegar a nuevos acuerdos en la región. La amenaza China a Estados Unidos ya es una cuestión central, sobre todo si uno toma en cuenta que ni siquiera la pandemia de la COVID-19 los pudo parar en términos de crecimiento económico.
Ha mostrado en medio de esta crisis epidemiológica un punto La crisis hegemónica de Estados Unidosdébil indudable. No se tuvo la capacidad de reacción para contener los efectos más devastadores producto de este nuevo virus. Sobre todo cuando se mide la capacidad productiva de para fabricar componentes de las vacunas y otros suministros de salud pública en América del Norte.
En el pasado reciente, México vivió un proceso de reestructuración económica que subordinó toda su industria, practicamente la desmanteló toda, a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. No sólo, avanzaron en intervenir todos los núcleos estratégicos: campo, servicios financieros, educación, comercio, cadenas de suministro, un largo etcétera. La privatización de la mayor parte de los activos del Estado, el proyecto neoliberal con el sello de la corrupción mexicana, es decir, de este lado se calló el fuerte golpe al estado de bienestar mientras una élite se beneficiaba del proceso.
Por si eso no fuera poco, la tendencia neoautoritaria que se ha configurado en Estados Unidos a partir de la llegada a la presidencia de Donald Trump, profundizó aún más la subordinación centro-periferia entre ambos paises, esto es, se establecieron ramas productivas en las que la ventaja indiscutible se cedió a capitales americanos dejando de lado a capitales mexicanos.
Se abandonó por completo la idea de transferencia de tecnología para reindustrializar México y más bien se reforzó aún más su participación como proveedor de materias primas. Esto que a cada rato en la mañanera se comenta, se nos vende jugo de naranja, cuando nosotros sembramos y cultivamos la naranja.
El presidente López Obrador tuvo que ceder ante las presiones de Trump en el T-MEC, no porque estuviera de acuerdo sino porque la amenaza arancelaria que éste colocó sobre la mesa podia generar una crisis económica muy dura, en la que México tardaría tiempo en recuperarse, pero más aún el proyecto político que apenas estaba instrumentando.
En aquella ocasión, el arrastre electoral que tuvo le dio para negarse a que el petróleo y el gas estuvieran dentro de la transferencia de valor que exigían del otro lado del Río Bravo.
Otro escenario se ha abierto en la presidencia de Biden, y ese es el pulso que se ha hecho en Palacio Nacional, existen por lo menos tres elementos que hacen posible abrir una ventana de oportunidad para generar condiciones para la aplicación de política públicas dirigidas a los que menos tiene.
El primero de ellos es la división existente en la clase dominante de Estados Unidos, el punto de inflexión es la ruptura del sistema bipartidista que había durado desde la guerra civil americana, no sólo fue la política de un outsider como el presidente Trump, sino más bien la forma en cómo se operó la elección. Un sector importante consideró que hubo fraude, y por ende asaltaron al Capitolio, hecho inédito. Ni siquiera el conflicto poselectoral de Samuel J. Tilden y Rutherford B. Hayes llegó a tanto.
Otro elemento es la crisis hegemónica americana, que ha entrado en una fase en donde la guerra económica es insuficiente, el propio FMI desde 2016 reconoce que si se mide el valor del yuan sin inflación este es superior dentro de China que el dólar al interior de Estados Unidos.
Los principales think thanks habían alertado desde hace por lo menos una década, que debido a la deslocalización industrial que hicieron los capitales americanos, la capacidad productiva en caso de una guerra se vería sumamente comprometida. No ha llegado aún la guerra, pero lo que se abrió paso fue la crisis epidemiológica que vino a revelar carencias muy serias.
Aunado a esto, la fuerza de trabajo barata para afrontar reactivar la tasa de ganancia americana, es clave para intentar maniobrar una respuesta más fuerte contra China. Esto no quiere decir que quieran abrir las puertas de par en par, pero sí que necesitan de cierta mano de obra para emprender la recuperación de su economía al mismo tiempo que luchan con una tasa de desempleo muy alta. Reequilibrarla significaría poder recuperar el valor del salario por lo menos en América del Norte para desde ahí impulsar el mercado interno. Más aún si se piensa que la confrontación militar en el pacífico es posible.
Por último y no por ello menos importante, si el conflicto entre Estados Unidos y China escalara, las reservas de petróleo y gas serías claves en el proceso. A juego del combate al cambio climático se ha querido presionar a la cuarta transformación para retroceder en la reforma energética. Desde aquí se puede entender la amenaza lanzada por General Motors para dejar de invertir en México.
La intervención del presidente López Obrador fue sumamente aguda, y es que reconoce que derivado de situaciones externas, se podría generar una desestabilización económica trascendental. Al poner sobre la mesa que México, Canadá y Estados Unidos representan actualmente el 13 por ciento del mercado mundial mientras China el 14.4 por ciento sabe que debe haber un acuerdo entre los tres países para poder sortear el futuro.
De hecho al colocar la proyección de 2051 en donde, hipotéticamente, China podría dominar el 42 por ciento del mercado mundial mientras los tres países tan sólo el 12 por ciento da cuenta de la necesidad de un acuerdo, y desde su perspectiva, éste debe respetar sobre todo la soberanía energética de México.
El T-MEC no puede ser leído como un triunfo para los empresarios mexicanos, es más bien parte de un proceso en donde a México se le trata como parte del círculo concéntrico americano en donde el centro exige transferencia de valor en un intercambio desigual.
Peor aún, la presión para detener la reforma energética va en serio. En este díficil escenario, el presidente López Obrador tuvo un respaldo muy significativo de nuestros connacionales, las muestras de apoyo, y sobre todo la capacidad de movilización le han dado la oportunidad de mantener su defensa sobre la soberanía nacional.
El presidente Biden recalcó que la relación con México sería un relación entre iguales, esta política de ambigüedad estratégica parte de reconocer que si la movilización social no se mantiene, presionarán aún más por el control de los recursos naturales estratégicos, pero si esta persiste, a pesar del financiamiento a opositores, tendrán que sentarse a seguir negociando con el presidente López Obrador. Tiene razón el tabasqueño con el pueblo todo sin el pueblo nada.
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