La palma datilera: símbolo cultural y económico de Baja California Sur
El cultivo de la palma datilera, uno de los patrimonios agrícolas más antiguos, se ha convertido en un emblema de los oasis tradicionales en Baja California Sur.
El Mtro. Alejandro Telechea Cienfuegos, investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), señala que esta planta llegó a la región con los misioneros jesuitas alrededor de 1765, en plena época virreinal española.
Originaria de Iraq, donde fue domesticada entre 4000 y 2400 a.C., la palma datilera se extendió gracias a civilizaciones como los sumerios y romanos. Posteriormente, su cultivo alcanzó el norte de África, el sur de Asia y Europa con la expansión del islam, llegando finalmente a América por los colonizadores españoles. En Baja California, encontró un entorno favorable para su crecimiento.
En el siglo XIX, la producción datilera en la región tuvo un auge notable. Para 1800, los palmares de San Ignacio producían más de 2 toneladas anuales, cifra que se multiplicó significativamente hasta alcanzar 34 toneladas en 1885, entre San Ignacio y Mulegé.
Actualmente, los principales municipios productores en Baja California Sur son Comondú, La Paz y Mulegé. Este último cuenta con la mayor superficie sembrada, aunque en 2015 Comondú lideró la producción estatal. Los dátiles criollos, propios de los oasis sudcalifornianos, tienen un mercado que abarca desde lo local hasta lo nacional.
Productos como vinos, aceites, mermeladas y postres han surgido de la diversificación del dátil, consolidándolo como un recurso versátil. Según el Mtro. Telechea Cienfuegos, la palma datilera representa más que un cultivo agrícola: es un legado que refleja la adaptación y creatividad de las comunidades locales.
La comercialización del dátil no sólo refuerza la economía de la región, sino que simboliza la rica tradición agrícola de Baja California Sur, recordándonos la importancia de preservar estos cultivos históricos para las futuras generaciones.