Cómo viven las enfermeras mexicanas la pandemia
México (Sputnik).– México cuenta solo con 2,9 enfermeras por cada 1.000 habitantes para enfrentar la emergencia sanitaria por COVID-19. Sin embargo, recientemente este personal indispensable ha sido discriminado en los espacios públicos por temor a que estén contagiados.
Beatriz Ku podría tener la imagen de cualquier mujer de 36 años, pero por ahora ha decidido esconderse tras el teléfono y no revelar su apellido. Tiene miedo de que cualquiera la reconozca en la calle y sepan que es enfermera. En estos días, en algunas partes de México, ser enfermera parece convertirse en sinónimo de padecer la enfermedad COVID-19, que ha causado una pandemia a nivel mundial.
Si alguien se atreviese a ir con el característico uniforme liso, los zapatos blancos y la cofia, los transeúntes pueden comenzar a mirar con recelo a aquella desprevenida que ha osado salir a la calle. Eso en el país que coloca a las enfermeras en el tercer puesto en términos de respetabilidad de su quehacer, según la Encuesta de Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología.
Desde el norte hasta el sur del país, los casi 500.000 especialistas en enfermería que están registrados en el sistema de salud mexicano han quedado expuestos a las agresiones de quienes temen ser contagiados por el coronavirus. Pues recientemente se han presentado casos de discriminación al personal médico que transita con el uniforme puesto en espacios públicos.
En contraste, el Sistema Nacional de Salud mexicano registra importantes déficits de recursos humanos y materiales para enfrentar la emergencia sanitaria que implica COVID-19. Debido a esta situación, las autoridades gubernamentales han lanzado una campaña para contratar a personal de salud y de este modo poder extender la cobertura de atención a pacientes contagiados.
Según datos del Centro de Investigación en Política Pública (IMCO), para el año 2019, la tasa de enfermeras es de 2,9 por cada 1.000 habitantes. Es decir, 3,1 debajo del promedio sugerido por la Organización Panamericana para la Salud.
En consecuencia, el país se encuentra necesitando personas que estén dispuestas a enfrentar la pandemia dentro de los hospitales. Pero mientras en Italia, España, Argentina, Cuba y otros países la gente sale a sus ventanas a aplaudir al personal de salud, en algunos lugares de México los corren de cualquier lugar en el que los vean.
COVID-19 y la discriminación
Beatriz es enfermera desde hace más de diez años en la Clínica del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), en Mérida, Yucatán. Es un trabajo que hace con gusto por la relación que logra entablar con los pacientes, según relató a Sputnik.
Solo que desde el 28 de febrero de 2020, cuando se registró el primer caso de COVID-19 en México, la seguridad con la que se trasladaba día a día hacia su trabajo comenzó a cambiar. Primero, en la clínica, los dotaron con material de protección extra: batas, guantes de látex, gorros especiales y gel antibacterial.
Como consecuencia, el protocolo para atender a los pacientes cambió, por lo que ahora las medidas de higiene son más rigurosas y el distanciamiento social se aplica con firmeza. De forma paralela, empezaron a llegar los primeros pacientes con síntomas de COVID-19 y a reportarse los primeros casos positivos.
Después, en casa, también empezó a tomar medidas extremas para relacionarse con su familia. Su nueva rutina consiste en llegar, dejar los zapatos en la puerta, meter la ropa en una bolsa plástica y bañarse inmediatamente. Por último, saluda a su abuela y a su hija a la distancia.
“¡Ya llegué!”, les dice a más de un metro de ellas. No quiere contagiarlas, pero le cuesta trabajo explicarles que si no las abraza no es porque no las quiera, sino porque no puede.
Sin embargo, el cambio más severo vino cuando dejaron de admitirla en el transporte en el que viajaba para llegar al trabajo o cuando los Ubers comenzaron a cancelarle viajes sin razón. “Tú no puedes subir porque tienes el virus”, le dijo hace poco un conductor.
“Cuando subes al camión, te empiezan a ver feo y no se sientan a tu lado. O si te sientas a lado de ellos, te corren o te dicen: “No, no te puedes sentar porque nos vas a contagiar'”, recuerda.
En medio de todo, la discriminación no es la mayor preocupación que enfrenta Beatriz Ku por estos días. Lo que más teme ella es contagiarse, no saberlo y llegar a su casa como si nada.
“Sí cambia totalmente tu ritmo de vida porque ya no es lo mismo. Te vas a trabajar pero no sabes si al llegar a tu casa, vas a tener el virus. Por mucho que lleves tu protocolo como debe de ser, uno nunca sabe lo que te puede pasar”, reflexiona.
Para ella es terrible que la gente discrimine a los enfermeros como si de verdad les hicieran algún daño. Sin embargo, insiste en que volvería a elegir ser enfermera porque le gusta cuando se encariña con sus pacientes. Dice que es una labor humanitaria para la que se nace, así que no pretende abandonarla.
Beatriz está en el fin de México, en Mérida, Yucatán, donde hasta el 3 de abril de 2020 se reportan 46 casos de personas con COVID-19. A su vez, las enfermeras al norte del país denunciaron que han sido rezhazadas en establecimientos de la red de tiendas OXXO, centros comerciales y tiendas de abarrotes.
Según reporta la Comisión Interinstitucional de Enfermeras, en Jalisco el personal médico ha sufrido agresiones por parte de choferes de taxis y camiones, quienes se niegan a darles el servicio por temor a ser contagiados de coronavirus. Además, la entidad registró casos en donde las enfermeras habían sido agredidas por personas en la calle. En Sinaloa, a una le lanzaron cloro.
En Jalisco ya solicitó equipo de protección personal para los trabajadores del sector de salud, así como se recomendó que las enfermeras no aparezcan en las calles vestidas en uniforme para evitar altercados.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación llamó a la población mexicana a evitar actos discriminatorios o de violencia contra el personal médico. Según los datos presentados por el Gobierno el 3 de abril, en México la cifra de muertes por COVID-19 es de 60. Tres de los fallecidos eran médicos que antendían casos de coronavirus y una enfermera.