“El Diablo” en Brooklyn

0
397
columna-hector-de-mauleon-el-universal

En la misma sala en donde el líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, fue condenado a cadena perpetua, el exfiscal general de justicia de Nayarit, Edgar Veytia, apodado “El Diablo”, escuchó la demoledora acusación del fiscal Richard Donoghue.

Donoghue lo acusó de actuar bajo las órdenes del narcotraficante Juan Francisco Patrón Sánchez, el “H2”, encargado en Nayarit de proteger los intereses del Cártel de los Beltrán Leyva.

Dijo el fiscal que Veytia “instruía a oficiales mexicanos corruptos a perseguir narcotraficantes rivales mediante arrestos e intervenciones de comunicaciones, que permitieron al cártel del ‘H2’ expandirse sin competencia”.

Veytia entregaba la información obtenida a través de escuchas a Patrón Sánchez, ordenaba la liberación de sicarios de su cárcel, empleaba la cárcel estatal para esconder a estos y conspiró para que el “H2” traficara a Estados Unidos 100 kilos mensuales de cocaína, 500 de heroína y tres toneladas de marihuana.

Dichos cargamentos, según la acusación de la fiscalía, llegaban a Los Ángeles, Las Vegas, Ohio, Minnesota y Carolina del Norte.

Veytia había sido aprehendido en marzo de 2017, en el puente internacional Tijuana-San Diego, cuando aún se hallaba en funciones.

Se declaró culpable y recibió una sentencia de 20 años.

El exfiscal se sumó ayer a la lista de testigos que buscan reducir su sentencia aportando supuesta información sobre el poderoso exsecretario de Seguridad Pública en tiempos de Felipe Calderón, Genaro García Luna.

Como ha ocurrido hasta ahora con la mayor parte de los testigos –un desfile de delincuentes confesos cuyas únicas pruebas son sus propios dichos–, Veytia no dijo nada que pudiera ser relevante en términos del juicio que se sigue a García Luna.

Pero lo que dijo ayer de sí mismo durante el contrainterrogatorio hace que la acusación que le hizo el fiscal Donoghue parezca una novela rosa, porque lo dijo ayer de sí mismo es al mismo tiempo uno de los retratos más cínicos y descarnados del México en el que estamos inmersos.

Veytia fue director de Tránsito de Tepic. El priista Roberto Sandoval lo convirtió en secretario de Seguridad Pública, en subprocurador y más tarde en fiscal.

Afirmó que el “arreglo” con los Beltrán databa de sus tiempos como secretario de Seguridad, que ese cártel le pagaba dos millones mensuales, que no recordaba la cifra exacta de personas que había matado, “pero más de diez sí fueron” (sigo la crónica del periodista Arturo Ángel), que retiró la seguridad de un hospital para que los Beltrán pudieran entrar a ejecutar a un rival que había quedado malherido.

Que intervino en 30 o 40 casos de tortura, algunas de las cuales las infligió él mismo, y que sus métodos favoritos de tortura eran las descargas eléctricas y el famoso “submarino”.

En ese mismo contrainterrogatorio reconoció otros delitos de los que se le ha acusado. El despojo de bienes, el secuestro, la desaparición forzada. 

El 10 de febrero de 2017 fue abatido el “H2” en una colonia de Tepic. Según el reporte oficial, narcotraficantes agredieron con “cuernos de chivo” y una Barret a infantes de Marina. Ocurrió un enfrentamiento, una persecución y una segunda balacera en las inmediaciones del aeropuerto. Entre los muertos estaba el “H2”.

Veytia recordó ayer que aquel operativo había sido diseñado por él mismo para deshacerse del “H2” “porque ya estaba fuera de control”.

El exfiscal dijo que detuvieron al narcotraficante, lo torturaron y luego lo asesinaron.

Hay que recordar que todo esto lo está contando un exfuncionario mexicano al hablar de las cosas que hizo durante su gestión. No hay un narcotraficante acusándolo de nada. Es él. Es Veytia hablando de sí mismo. Es el funcionario al que apodaban “El Diablo”.

“El Diablo” sufrió un atentado a fines de 2011, en tiempos en que trabajaba ya al servicio de los Beltrán. La gente del Chapo Guzmán quiso asesinarlo. La balacera duró 20 minutos y finalmente los agresores tuvieron que huir. En una de las camionetas en las que lo hicieron se hallaron rastros de sangre.

Veytia se jactaba de haber matado él mismo a los sicarios que lo atacaron. Desde entonces despachaba con una pistola en el cinto.

Ayer acaba de hacer su propio retrato y simultáneamente hizo el retrato de lo que ha sido nuestra fatalidad.

Los Veytia que desde tiempos de Caro Quintero y Félix Gallardo convirtieron a México en un lodazal y en un matadero.

 

Autor