Escasez, fraudes y batidos: el matcha enfrenta su peor crisis por culpa de su fama mundial

La moda mundial del matcha, impulsada por redes sociales como TikTok, ha generado una presión desmedida sobre los productores japoneses, incapaces de cubrir la explosión de pedidos internacionales
0
17

El mercado global del matcha atraviesa una crisis inédita. La bebida verde que durante siglos simbolizó la pureza, la armonía y el respeto en la tradición japonesa, se ha convertido en un producto masivo, víctima de su propio éxito. La creciente demanda internacional ha detonado escasez, adulteraciones y fraudes, al punto de poner en riesgo la reputación de un té que hasta hace poco se consideraba casi sagrado.

Lo que antes era parte de la ceremonia del té —una práctica espiritual conocida como chado— ahora se mezcla en batidos, lattes con sabor a vainilla o postres azucarados que poco tienen que ver con su esencia. La moda mundial del matcha, impulsada por redes sociales como TikTok, ha generado una presión desmedida sobre los productores japoneses, incapaces de cubrir la explosión de pedidos internacionales. Según la consultora NIQ, las ventas minoristas de matcha crecieron 86% en Estados Unidos en los últimos tres años, y Japón ya exporta más de la mitad de su producción.

Leer más: Diputados de Morena plantean aumentos en impuestos, museos y trámites migratorios para 2026

Esa fiebre verde ha abierto la puerta a los falsificadores. En sitios como Amazon y Facebook Marketplace circulan cientos de productos supuestamente japoneses que en realidad son mezclas de té molido de baja calidad o simples imitaciones empaquetadas con marcas prestigiosas. Empresas centenarias como Marukyu Koyamaen, fundada en 1704, han emprendido acciones legales contra distribuidores que venden sus productos adulterados a precios inflados. “Sería un gran perjuicio que los clientes crean que esos productos falsificados son nuestros”, advirtió su presidente, Motoya Koyama.

El problema no se limita al fraude comercial. La escasez de matcha de primera cosecha —la variedad más fina, dulce y aromática— ha generado un mercado paralelo donde proliferan grados inventados por mercadotecnia: “imperial”, “barista” o “ceremonial”, sin una regulación clara. En muchos casos, el matcha vendido fuera de Japón ni siquiera proviene del archipiélago: Australia, Kenia, China y Corea del Sur se han convertido en nuevos proveedores. Incluso cadenas como Starbucks reconocen que su matcha procede de varios países.

Leer más: México cae al lugar 18 en el Índice de Comercio Sostenible 2025

En Japón, los maestros del té observan con desconcierto esta banalización. Ann Abe, de la organización cultural Urasenke Los Ángeles, recuerda que preparar matcha es una disciplina espiritual. “Es agradable ver el interés global, pero la mayoría de la gente no entiende lo que hay detrás de un tazón de té”, afirmó. Su preocupación es compartida por otros expertos que ven cómo los lattes sabor “pan de plátano” o “tiramisú” sustituyen el ritual de siglos por modas efímeras.

A nivel industrial, el desequilibrio entre oferta y demanda ha alterado por completo la cadena productiva. El matcha fino se muele entre piedras de granito a partir de hojas que crecen a la sombra durante semanas, un proceso artesanal que no puede acelerarse sin comprometer su calidad. “No hay suficiente té de primera cosecha para todos”, reconoció Hannah Habes, fundadora de Matchaful, quien advierte que muchas cafeterías utilizan grados culinarios mezclados con azúcar para reducir costos.

Sin embargo, el fenómeno no parece detenerse. Cafeterías como Blank Street en Nueva York ya venden más bebidas de matcha que de café, mientras nuevas marcas y tiendas especializadas se multiplican en Estados Unidos y Europa. Para los tradicionalistas, esta expansión descontrolada amenaza con vaciar de sentido una bebida que nació como arte. “Utilizar matcha fino en un latte es como usar vino de Borgoña para hacer sangría”, ironizó Zach Mangan, fundador de Kettl Matcha.

Únete AQUÍ a nuestro canal de WhatsApp TRIBUNA DE MÉXICO