Descubren un hongo amazónico que devora plástico como si fuese madera húmedo

Algunos expertos plantean escenarios donde colonias de hongos especializados transformen basureros en centros de biodegradación natural
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El descubrimiento de un hongo capaz de alimentarse de plástico como si fuera madera ha abierto una ventana de esperanza frente a uno de los problemas ambientales más graves del siglo XXI. Se trata del Pestalotiopsis microspora, identificado por científicos de la Universidad de Yale en plena selva ecuatoriana. Lo que lo hace excepcional no es solo su capacidad para degradar poliuretano, sino que lo hace sin necesidad de luz ni oxígeno, condiciones donde otros organismos simplemente no sobreviven.

Este hallazgo responde a una pregunta urgente: ¿cómo revertir el daño causado por millones de toneladas de plástico acumuladas en océanos, suelos y aire? Cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico, de las cuales apenas el 9 % se recicla. El resto permanece durante siglos, fragmentándose en microplásticos que ya se encuentran en alimentos, sangre humana e incluso en placentas. En ese contexto sombrío, este pequeño hongo representa una alternativa biológica con potencial transformador.

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El Pestalotiopsis microspora fue recolectado por estudiantes e investigadores de Yale en 2011, durante una expedición a la Amazonia. Al analizar hojas en descomposición cubiertas de microorganismos, notaron que una de las colonias degradaba fragmentos de poliuretano de forma continua. En cuestión de días, el material comenzaba a desintegrarse, como si fuera materia vegetal. El asombro aumentó cuando comprobaron que el proceso ocurría también en ambientes completamente anaeróbicos.

El secreto detrás de esta capacidad extraordinaria está en sus enzimas. Estas proteínas rompen los enlaces químicos del plástico, lo convierten en moléculas simples y luego las transforman en energía para su crecimiento. En otras palabras, el hongo no solo destruye el plástico, lo utiliza como alimento. Además, puede hacerlo en temperaturas y condiciones donde otras especies microbianas morirían, lo que lo convierte en un candidato ideal para operar en vertederos o plantas de tratamiento subterráneas.

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Este género de hongos no era desconocido. Desde 1880 se sabía de su existencia gracias a descripciones del micólogo argentino Carlos Luigi Spegazzini. Durante décadas fue considerado un simple habitante inofensivo del interior de las plantas. Sin embargo, el ejemplar amazónico demostró ser mucho más que un endófito: es un posible protagonista de la biotecnología ambiental del futuro.

A pesar del entusiasmo, el descubrimiento sigue en fase experimental. Los científicos intentan aislar y reproducir las enzimas del hongo para evaluar su eficacia a gran escala. El desafío es mayúsculo: controlar su metabolismo sin alterar ecosistemas, evitar riesgos biológicos y garantizar que su acción sea segura y rentable. Por ahora, no existen proyectos industriales en marcha, pero varias universidades y centros de investigación trabajan en ese camino.

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El debate internacional ya no es si funciona, sino cómo utilizarlo responsablemente. Algunos expertos plantean escenarios donde colonias de hongos especializados transformen basureros en centros de biodegradación natural. Otros proponen integrar estas enzimas en procesos de reciclaje tradicionales para acelerar la descomposición del plástico. Lo cierto es que la naturaleza, una vez más, parece haber resuelto lo que la humanidad lleva décadas intentando.

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