¿Una “pausa” en el sufrimiento? Hallan circuito cerebral capaz de silenciar el dolor crónico

Foto: IA / Pixabay
El dolor crónico representa uno de los mayores desafíos para la salud pública: pacientes que siguen padeciendo años después de que la lesión original ha sanado, sin que los tratamientos convencionales brinden alivio permanente.
Frente a esa realidad, científicos de la Universidad de Pensilvania, en colaboración con equipos de Pittsburgh y del Scripps Research Institute, han dado un paso decisivo al identificar un circuito cerebral con capacidad para suprimir esas señales persistentes de dolor.
Aunque la investigación se ha hecho sobre modelos animales y aún no es directamente aplicable al ser humano, los hallazgos sugieren la existencia de mecanismos internos capaces de “silenciar” el sufrimiento prolongado.
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La clave del “interruptor” está en darle estímulos prioritarios a la neurona que se encarga de sentir el dolor crónico
Los investigadores focalizaron su estudio en regiones del sistema nervioso central que integran la percepción sensitiva del dolor con la dimensión emocional del sufrimiento.
El circuito descubierto involucra neuronas que expresan el receptor Y1 (Y1R) localizadas en la región cerebral conocida como núcleo parabraquial lateral. Estas neuronas, normalmente activas en estados prolongados de dolor, también integran señales relacionadas con hambre, sed y miedo.
Descubrieron que estimular o inhibir esas neuronas reduce la respuesta conductual al dolor crónico en los experimentos, lo que indica que dicho circuito podría modular no la intensidad física del dolor, sino su carga emocional.
El sistema opera mediante la acción del neuropéptido Y (NPY), que se une a los receptores Y1 en esas neuronas del lPBN. Esa señal modifica la actividad de los circuitos que transmiten dolor, reduciendo su intensidad cuando la vida demanda atención urgente a otras prioridades.
Los científicos lo describen como un “interruptor” interno que permite priorizar señales biológicas más urgentes frente al dolor crónico.
Este descubrimiento abre el camino para terapias más precisas que actúen directamente sobre el cerebro, en lugar de solo atacar el sitio del dolor.
Podría permitir el desarrollo de biomarcadores basados en actividad Y1 para diagnosticar dolor crónico y estrategias de intervención farmacológica o comportamental orientadas específicamente a ese circuito.
No obstante, quedan desafíos importantes: explorar cómo modular ese circuito en humanos sin efectos secundarios, y averiguar cómo hábitos, ejercicio, terapia cognitiva o intervenciones no farmacológicas podrían “ajustar” esa supresión neuronal.
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