Kershaw rompe la barrera de los 3,000 ponches y se sienta entre los inmortales del montículo

El zurdo de los Dodgers alcanzó una cifra legendaria con su característico dominio quirúrgico desde la loma, consagrándose como uno de los más grandes lanzadores en la historia del béisbol de las Grandes Ligas
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Kershaw rompe la barrera de los 3,000 ponches entre los inmortales

En la noche angelina del miércoles, Clayton Kershaw volvió a escribir su nombre con letras doradas en la historia del béisbol. En su pitcheo número 100 del juego frente a los White Sox, y en el mismo Dodger Stadium que lo vio debutar en 2008, el zurdo de curvas celestiales recetó su ponche número 3,000. La víctima fue Vinny Capra, y el rugido de la afición fue el eco de una carrera de grandeza que no se detiene.

Con ese strikeout, Kershaw se convirtió en el vigésimo serpentinero en lograr tal hazaña en las Grandes Ligas y apenas el tercero en activo en alcanzar la cifra mágica, uniéndose a Justin Verlander y Max Scherzer, ambos también futuros habitantes de Cooperstown.

Pero lo que verdaderamente distingue a Kershaw no es sólo el número, sino cómo lo ha conseguido. Con una efectividad vitalicia de 2.51 –la más baja entre todos los miembros del club de los 3,000 K desde 1913, cuando se empezó a contar la carrera limpia como estadística oficial–, el zurdo ha sido un escultor del juego desde la lomita. Ha labrado su legado ponchando con arte, más que con violencia, con inteligencia más que con poder.

Los números son de videojuego: 216 victorias, 94 derrotas, 25 juegos completos, 15 blanqueadas, un promedio de 9.7 ponches por cada nueve entradas y más de 400 aperturas, todas con la camiseta de los Dodgers. Ha sido tres veces ganador del Cy Young, una vez MVP, y diez veces All-Star. Es una leyenda viva de una sola franquicia, y ya lleva dos anillos de Serie Mundial: 2020 y 2024.

Su dominio ha sido tal que sólo cuatro lanzadores en la historia han superado los 4,000 ponches (Nolan Ryan, Randy Johnson, Roger Clemens y Steve Carlton), y ni siquiera ellos pueden presumir la combinación de control, efectividad y longevidad que define a Kershaw.

A sus 37 años, Kershaw se mantiene en el montículo como un veterano sabio que ha aprendido a reinventarse con el paso del tiempo. Ha dejado atrás los días de velocidad para convertirse en un lanzador cerebral, que mezcla con maestría su slider, curva y recta en cada conteo. Su recta ya no rompe radares, pero su mente sí rompe bates.

Y ahora, ¿quién sigue? Con la nueva era del béisbol limitando el número de innings lanzados, el club de los 3,000 podría volverse cada vez más exclusivo. Los brazos que se perfilan para llegar están lejos o en declive. Chris Sale podría ser el siguiente en la lista, pero las lesiones le han cobrado factura. Gerrit Cole aún tiene tiempo y talento, pero necesitará salud y consistencia tras su cirugía. El japonés Yu Darvish y Charlie Morton están más cerca del retiro que de la cima.

Tal vez, algún día, un joven como Paul Skenes se acerque al Olimpo de los ponchadores. Pero si la historia nos ha enseñado algo, es que lanzar 3,000 ponches no sólo requiere de brazo, sino de alma, de fuego interior y de un compromiso inquebrantable con el juego.

Clayton Kershaw ha sido, es y seguirá siendo, un pitcher de época. De esos que no sólo dominan un partido, sino que le dan sentido a una generación entera de aficionados. A partir de hoy, su curva no sólo dibuja outs, también firma la eternidad.