Lista la Chimenea por donde saldrá el humo blanco anunciando nuevo Papa

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En la mañana de este viernes 2 de mayo de 2025, un equipo de cinco bomberos de la Santa Sede escaló discretamente el tejado de la Capilla Sixtina para instalar la chimenea más famosa del mundo.

Este conducto metálico, de casi dos metros de altura, se convirtió en el epicentro de las miradas globales, marcando el inicio de los preparativos finales para el cónclave que comenzará el 7 de mayo y elegirá al sucesor del papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años tras un pontificado de 12 años que transformó la Iglesia Católica.

La chimenea, conectada a dos estufas en el interior de la capilla, emitirá el humo negro de la incertidumbre o el blanco de la celebración, señales que millones de fieles y curiosos aguardarán con el aliento contenido desde la Plaza de San Pedro y a través de pantallas en todos los continentes.

La instalación, reportada por Vatican News y captada en videos que turistas compartieron en redes sociales, es un ritual cargado de simbolismo en una era de comunicaciones instantáneas.

Mientras el mundo se conecta por fibra óptica, la Iglesia recurre a una tradición que remite a la Edad Media: la quema de papeletas para anunciar el destino de su liderazgo.

Las imágenes de los bomberos trabajando bajo el cielo romano, casi desapercibidos entre los visitantes, contrastan con la magnitud de lo que está en juego: la elección del líder espiritual de más de 1.300 millones de católicos, en un momento de desafíos como la secularización, la crisis de vocaciones y las tensiones financieras del Vaticano.

El cónclave reunirá a 133 cardenales menores de 80 años, quienes votarán bajo los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, aislados del mundo exterior para garantizar la confidencialidad.

Cada día, hasta alcanzar una mayoría de dos tercios (89 votos), se realizarán cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde.

Tras cada par de escrutinios, las papeletas serán quemadas en una estufa de hierro fundido, en uso desde 1939, cuyas fechas de cónclaves pasados están grabadas en su superficie.

Si no hay acuerdo, una mezcla de perclorato de potasio, antraceno y azufre generará el humo negro, señal de que el proceso continúa.

Cuando un cardenal obtenga los votos necesarios, clorato de potasio, lactosa y colofonia producirán el humo blanco, acompañado por el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro para disipar cualquier duda.

La historia de la fumata no siempre ha sido clara.

En 1978, durante la elección de Juan Pablo I, el humo grisáceo confundió a los fieles, un problema que se repitió en los cónclaves de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Para evitar ambigüedades, desde 2005 se utiliza una estufa auxiliar con un dispositivo electrónico que activa cartuchos de humo coloreado, asegurando que la señal sea inequívoca.

Este sistema, perfeccionado en 2013 para anunciar la elección de Jorge Mario Bergoglio como Francisco, volverá a ser el puente entre el secreto del cónclave y la expectación mundial.

La chimenea no es solo un artefacto funcional; es un ícono que encapsula la tensión entre lo eterno y lo efímero.

Su instalación coincide con las congregaciones generales, reuniones previas donde los cardenales, incluidos los mayores de 80 años sin derecho a voto, debaten los retos de la Iglesia.

Según fuentes vaticanas, las discusiones han abordado la delicada situación financiera de la Santa Sede y el perfil ideal del próximo pontífice: un líder capaz de navegar un mundo polarizado, conectar con las nuevas generaciones y mantener el equilibrio entre las corrientes progresistas y conservadoras.

La prensa italiana especula sobre posibles candidatos, desde el italiano Pietro Parolin hasta el filipino Luis Antonio Tagle, aunque la historia demuestra que los cónclaves son impredecibles.

El Vaticano ha reforzado la seguridad para este cónclave, instalando bloqueadores de frecuencia y sistemas de vigilancia en la Capilla Sixtina para prevenir filtraciones, un eco del escándalo de documentos robados durante el pontificado de Benedicto XVI.

La elección, que podría durar días, se regirá por normas establecidas en 1274 por Gregorio X y refinadas en 1059 y 1179, cuando se restringió el voto a los cardenales y se fijó la mayoría de dos tercios.

Este proceso, que alguna vez incluyó la participación de la comunidad cristiana de Roma, hoy es un ejercicio de introspección eclesiástica bajo un escrutinio global.

Mientras la chimenea espera su momento, la Plaza de San Pedro se prepara para recibir a miles de peregrinos y medios de comunicación.

La última fumata blanca, el 13 de marzo de 2013, trajo a un papa del “fin del mundo”.

Ahora, el mundo aguarda otra señal, preguntándose quién asumirá el trono de Pedro y qué rumbo tomará la Iglesia en una era de incertidumbre.

La chimenea, testigo silencioso de siglos de historia, está lista para hablar.

YM

 

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