México se desinfla en maíz y genera dependencia récord y crisis alimentaria

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El primer semestre de 2025 ha marcado un punto crítico en la historia agroalimentaria de México: las importaciones de maíz blanco desde Estados Unidos alcanzaron 586,000 toneladas, un incremento del 253 % en comparación con enero–junio de 2024, según datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA).

Esta voracidad importadora no sólo redefine al país como el mayor comprador global de maíz blanco, sino que lo consolida como cliente agrícola número uno de EE. UU. y segundo importador mundial de granos y oleaginosas.

En la práctica, esto significa que el 100 % del maíz blanco importado proviene del vecino del norte.

El colapso en la producción nacional agrava la situación.

Sinaloa, que en años normales llegaba a cosechar hasta 6 millones de toneladas, se hunde dramáticamente: en 2025 se prevé una producción de apenas 1.8 a 2 millones de toneladas.

Este desplome se suma a una caída nacional del 20 % en producción de maíz blanco desde 2020, equiparable al menor nivel de los últimos 30 años.

De enero a abril, dichas importaciones crecieron 168 % y superaron las 316,000 toneladas.

Este fenómeno no es resultado de una emergencia aislada: la sequía prolongada por más de dos años ha frenado radicalmente las cosechas, también en Sonora, Tamaulipas y otras entidades del país.

Según Juan Carlos Anaya del GCMA, México enfrenta “una de sus peores crisis” en Sinaloa y se ha alejado de la suficiencia alimentaria.

El cuadro es doblemente preocupante: el país no sólo importa más que nunca, sino que depende enteramente de los Estados Unidos.

En el ciclo 2023–24, México compró a EE. UU. 23.4 millones de toneladas de maíz blanco, además de 35 millones de toneladas de productos agrícolas en total, cifra que representa más del doble del importador siguiente.

Este nivel de dependencia contrasta con la retórica de soberanía alimentaria tanto de gobiernos anteriores como del actual.

El fin de la autosuficiencia, tradicionalmente símbolo de seguridad nacional, exhibe ahora una vulnerabilidad estructural.

El aumento de las importaciones ejerce presión sobre la moneda y expone a la población a la volatilidad del dólar y los precios globales, además de debilitar la producción interna.

El periódico Reforma había advertido en junio que las compras de maíz blanco crecieron 163.8 % de enero a mayo, alcanzando 430,000 toneladas, más del 60 % de lo proyectado para todo el año que fueron 700,000 toneladas.

La estructura de la política agropecuaria se desmorona: los recortes a programas de riego, falta de contratos de compra anticipada y políticas mal diseñadas han dejado a los productores sin respaldo.

Analistas coinciden en que es urgente retomar modelos efectivos como la agricultura por contrato, fortalecer el acceso al agua, modernizar sistemas de captación y riego, y garantizar precios de referencia.

De lo contrario, México seguirá comprando masa y tortillas hechas con maíz extranjero, mientras sus campos siguen vaciándose.

Este desbalance no sólo compromete la autonomía del país, sino que erosiona el tejido rural.

La crisis amenaza la estabilidad de las comunidades productoras y pone en evidencia el agotamiento de políticas públicas deficientes.

En lugar de impulsar soberanía, México hoy compra maíz impulsado por la sequía, la falta de inversión y el cambio climático, con efectos que resuenan en los bolsillos de millones.

La alerta está encendida: lo que fue fuente de orgullo nacional se convierte en un símbolo de dependencia y urgencia estratégica agrícola.