Sasha Sokol y los sobrevivientes de abusos

El 8 de marzo del 2022 Sasha Sokol publicó unos tuits en los que denunciaba públicamente haber sufrido abusos por parte de Luis de Llano
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Columna de Martha del Riego

El 8 de marzo del 2022 Sasha Sokol, cantante y exintegrante del icónico grupo infantil Timbiriche publicó unos tuits en los que denunciaba públicamente haber sufrido abusos por parte de Luis de Llano, uno de los productores más poderosos de Televisa. El detonante fue la entrevista con Yordi Rosado en la que el productor reconocía con liviandad la “relación” que sostuvo con la cantante cuando ella era adolescente. Esa desfachatez que solo se entiende si se ha normalizado el abuso o se asume impune. A pesar del descaro astutamente omitió decir que todo comenzó cuando ella tenía 14 años y él 39, dato que haría indefendible su anécdota romántica y revelaría su verdadero rostro. 

Luego de la denuncia pública que rompió 38 años de silencio, Sasha inició una demanda por daño moral que acaba de ser resuelta a su favor.  La única vía legal que le queda ya que su causa penal prescribió pues no alcanza el beneficio de la reforma constitucional del 2021, con lo cual delitos de abuso sexual en menores ya no prescriben. 

Los casos mediáticos nos enseñan y recuerdan que las y los sobrevivientes de abusos sexuales hablan y denuncian cuando pueden; no cuando quieren o cuando la gente considera que deben hacerlo. Los delitos prescriben pero hay heridas que no. Incluso a muchas y muchos les lleva tiempo tomar conciencia sobre lo que vivieron, ponerle palabras al abuso o aceptar que sufrieron uno, sobre todo cuando se confunde consentimiento con condicionamiento, experiencia con madurez. Son situaciones totalmente distintas. El abuso se da en asimetría de poder, cuando no se tienen las herramientas madurativas para identificar y resistir la seducción y el avance de un adulto. Es en condiciones de vulnerabilidad. Un adulto no puede escudarse o excusarse en el “consentimiento” de un menor de edad para avalar el abuso o la parafilia disfrazada de relación amorosa.  Cuando un menor dice no, es no, cuando dice sí, sigue siendo no. 

 Pero también los casos mediáticos nos recuerdan que hablar y denunciar implica exponerse a la revictimización de los cuestionamientos de una sociedad que no entiende la naturaleza de los abusos y al miedo de enfrentar al agresor y sus represalias, sobre todo cuando son hombres de poder. Urge más información y sensibilización sobre un problema que abunda en este país, colocándolo en los primeros lugares a nivel mundial. Por eso ni la denuncia ni el silencio debieran ser juzgados. Cada persona sobrelleva sus vivencias de la manera que puede. Hablar no tendría que ser la única prescripción para reponerse, sino parte o resultado de un proceso de sanación que probablemente derive en una denuncia. Muchas situaciones de nuestra vida escaparon a nuestro control, pero siempre tendremos el control para decidir contarlas. 

Tampoco ayuda atribuir al silencio de las víctimas los reiterados abusos de un agresor. Hay que distinguir entre conveniencia y responsabilidad, y en ese sentido el único responsable del abuso es el agresor que lo comete en condiciones propicias para salir impune. Vale también la pena analizar la conveniencia de ofrecer alternativas para nombrar a aquellos y aquellas que padecen y padecieron. El término “víctima” sugiere una postura impotente y pasiva ante la agresión, mientras que la de “sobreviviente” alude a estrategias, herramientas y atributos desarrollados para seguir adelante a pesar de todo.

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