Vance modera el discurso económico y pide “paciencia” mientras la Casa Blanca recalibra su narrativa

El viraje discursivo del vicepresidente J. D. Vance se convirtió en el nuevo eje de la estrategia económica del Gobierno de Donald Trump, al reconocer abiertamente que persiste un profundo escepticismo ciudadano sobre los resultados de la agenda interna. Vance, en un tono inusualmente conciliador, pidió “paciencia” para que las familias sientan un eventual repunte económico, una admisión que contrasta con la retórica triunfalista del presidente, quien insiste en que el país ya vive un auge. La diferencia de enfoques exhibe las tensiones internas del oficialismo, urgido por afinar su mensaje rumbo a las elecciones de mitad de periodo.
El reconocimiento del malestar social fue central en la intervención de Vance durante un evento organizado por Breitbart News, donde aceptó que el costo de vida sigue presionando a millones de hogares. El vicepresidente justificó su llamado a la calma al explicar que, aunque algunos indicadores muestran avances, la recuperación no se refleja aún en los bolsillos de quienes apenas salen adelante. Para subrayar ese desfase, desacreditó incluso uno de los argumentos preferidos de Trump: la baja reciente en el precio de los huevos, que aun así permanecen lejos de los niveles asequibles para las familias trabajadoras.
Esa sinceridad, poco habitual en los altos mandos republicanos, intenta responder al descontento expresado en las urnas tras las derrotas recientes del partido en Nueva Jersey y Virginia. Vance contextualizó que esos reveses no fueron accidentes aislados, sino señales de una ciudadanía decepcionada con la ejecución de la agenda económica. Según el vicepresidente, la gestión demócrata de Joe Biden dejó al país “en una situación muy difícil”, lo que a su juicio explica parte del rezago actual y del enojo de los votantes.
Otro factor que Vance presentó como lastre para el estado de ánimo económico fue el cierre de Gobierno más largo de la historia, por cuyas consecuencias responsabilizó a los demócratas. Aunque no abundó en datos, el funcionario sostuvo que dicho paro “frenó” los avances y distorsionó la lectura pública de los indicadores, generando una percepción más sombría de la que él considera justificada. Con ello buscó matizar la impopularidad de la administración y deslindar parcialmente al presidente de los costos políticos.
Pese a los matices, Vance también aprovechó para presumir lo que describió como señales alentadoras, como un reporte de empleo mejor de lo esperado. Justificó que este tipo de cifras muestran que las políticas del Gobierno empiezan a dar resultados, aunque reconoció que su impacto aún no es claro para la mayoría de los votantes. Ese reconocimiento marca otra diferencia con Trump, quien mantiene un discurso de éxito rotundo, sin espacio para matices.
Esa postura inamovible del presidente se reafirmó un día antes en un Foro de Inversión EE.UU.–Arabia Saudita, donde Trump desestimó la preocupación por la asequibilidad y la calificó de “palabra nueva” inventada por los demócratas. El mandatario ha insistido en que los precios están bajando, pese a los incrementos recientes en productos sensibles como la carne de res o el café, encarecidos en parte por los propios aranceles de su administración. Su discurso, reforzado en redes sociales desde las últimas elecciones locales, incluso tilda las inquietudes por el costo de vida de “estafa”, una estrategia que lo aleja del tono más empático que intenta instalar su vicepresidente.
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En respuesta a la presión pública, la Casa Blanca ha empezado a mover sus piezas. Entre las acciones planteadas se encuentran reducciones arancelarias sobre cientos de productos, posibles cheques de US$ 2.000 a los estadounidenses y un mayor despliegue territorial de Trump para promover su agenda. Paralelamente, los asesores afinan un nuevo plan de reforma de salud ante el temor de que expiren los subsidios mejorados del sistema actual y se disparen las primas del seguro médico, un escenario que podría ser políticamente costoso. Aunque Vance prometió apoyo bipartidista para esa iniciativa, evitó dar detalles específicos.
El mensaje final del vicepresidente giró nuevamente hacia la paciencia, enfatizando que la prometida bonanza requiere tiempo y continuidad. Al pedir a los estadounidenses “seguir adelante”, Vance buscó colocar al Gobierno en una narrativa de trabajo constante, aunque sin ofrecer una estrategia concreta que explique cómo se alcanzará ese supuesto auge económico. La dualidad entre su tono moderado y la postura inflexible del presidente promete convertirse en uno de los debates internos más relevantes para el oficialismo en los próximos meses.
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