A cien años de la muerte de Velarde
Hoy 19 de junio conmemoramos el Aniversario Luctuoso de Ramón López Velarde, a 100 años de su muerte. “El poeta nacional” como llegó a considerarase, para Xavier Villaurrutia, “su más fecundo y verdadero poeta”, la obra de Ramón López Velarde en la poesía mexicana es: “hasta ahora, la más intensa, la más atrevida tentativa de revelar el alma oculta de un hombre”.
Nació en 1888 en el pueblo de Jerez, en el estado de Zacatecas, en una familia de clase media donde reinaba la moral católica.
En la obra de Ramón Velarde, notamos una voz potente que se convierte en su modo de mirar y apreciar la poesía mexicana, todo por medio de una voz incendiaria.
Entre las influencias poéticas de Velarde se encuentran José Juan Tablada, su mayor estímulo y ejemplo, el de mayor influencia en sus años de formación, Amado Nervo. Y la influencia del poeta español Andrés González Blanco su punto de partida.
La poesía de López Velarde se instala en un clima provinciano, católico, ortodoxo. Villaurrutia sostiene que estos son sólo rasgos generales: “Su drama no fue el de la ignorancia ni el de la sordera espiritual, sino el de la lucidez”. Bien pronto se dio cuenta de que en su mundo interior se abrazaban en una lucha incesante, en un conflicto evidente, dos vidas enemigas, y con ellas dos aspiraciones extremas que imantándolo con igual fuerza lo ponían fuera de sí. Comprendió que su vida eran dos vidas. El abrazo de los contrarios en el espíritu de López Velarde, que vivió escoltado por un ángel guardián, pero también por un “demonio estrafalario”.
El poema más conocido y laureado del poeta zacatecano: “La suave Patria”. Poema publicado por primera vez en 1921 por la revista El Maestro, recitado de memoria por Borges y Bioy, y que Ramón López Velarde lo cavilo en dolorosas líneas: “El descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una Patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado. Han sido preciso los años del sufrimiento para concebir una Patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa”. He aquí un fragmento:
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera.
Su poesía siguió inyectando al grupo de contemporáneos (1928-1931) que ejercieron el oficio con la consigna del poeta jerezano “romper con órdenes y rutinas que ya habían dado sus mejores galas”, originando una poética mexicana donde su faena principal fue escudriñar un nuevo lenguaje.