¡Auxilio! ¡Quieren que hablemos como nacos!
Llamó mi atención un reportaje que circula en redes titulado “Libros para la militancia”, presentado por Carlos Loret de Mola, en el que asegura que libros de la SEP del próximo ciclo escolar enseñan, entre otras cosas, que “dijistes”, “buscastes”, “estuvistes” está bien dicho. En el minuto y diez segundos que el comunicador usa para presentar la nota, comete imprecisiones y frases tendenciosas que puede constatar quien revisa el libro que refiere.
El reportaje lleva la misma esencia, pues asegura que los nuevos libros “tienen faltas de ortografía” y “desdeñan el uso correcto del lenguaje”. También acusa de ilustraciones “con niños de escasos recursos, en salones con paredes de madera y techo de teja”, “presenta la pobreza como una virtud” y “normaliza el uso de la consonante “s” al final de los verbos como los ejemplos señalados.
Afirma que dichas conclusiones son de especialistas en educación, sin nombrarlos ni tampoco presenta testimonios o entrevistas que avalen la supuesta fuente. Una falta de rigor periodístico y manejo sensacionalista -propio del golpeteo estridente que se hace pasar por crítico- que causó una reacción quizás inesperada cuando especialistas en lingüística plenamente identificados, aportaron luz refutando la nota publicada el 22 de marzo.
El debate abrió un rumbo distinto para que iletrados e iletradas de la ciencia Lingüística como yo, entendamos la lengua desde otro lugar. Soy de una generación que en la escuela aprendió la gramática normativa como si fuera la única y que define qué es lo correcto y lo incorrecto. Hoy entiendo que esa postura se denomina prescriptivista.
La lengua es un sistema de comunicación cambiante. El idioma puede variar según la geografía, cultura, contexto (formal e informal), contacto con otras lenguas (spanglish) y aspectos sociales como género, edad, clase social, profesión, etc. Entre esas variantes se encuentra la llamada norma culta o español estándar, establecida así por ciertas características. Es la que la postura prescriptiva considera correcta y la única que hoy se enseña.
Sin embargo existe otra postura distinta para entender la lengua que se conoce como descriptiva y es la utilizada por la ciencia lingüística. No califica en términos de correcto o incorrecto. Lo que hace es documentar las distintas variantes de la gramática del español (así es, hay varias) para comprenderlas, explicarlas y acercarnos a la complejidad del lenguaje humano y sus diversas maneras de expresión. Un nuevo enfoque educativo que evita prejuicios lingüísticos sobre las distintas formas de hablar alejadas de la variedad dominante.
El uso de la variante normativa, norma culta o español estándar (las tres acepciones son correctas) es la que predomina entre personas de sectores de poder político, económico, académico y clases sociales altas; mientras que hay otras variantes características de los márgenes sociales y geográficos más desfavorecidos.
En un país profundamente clasista y racista, con la meritocracia y lo aspiracional metido hasta el tuétano, el enfoque prescriptivo de la lengua que aprendimos generaciones enteras de mexicanos contribuye a la discriminación y a que niños, niñas y adultos se sientan menospreciados por su forma de hablar. A que muchos hablantes bilingües (lengua indígena y español), usando la variante de contacto fueran motivo de burla y rechazo. Incluso padres y madres no enseñan a sus hijos la lengua de sus ancestros por miedo a que sufran la misma violencia y discriminación que ellos sufren de parte de una sociedad tonta y prejuiciosa.
La pérdida de hablantes de una lengua pone en riesgo su existencia. Con la pérdida de una lengua se pierde también infinidad de conocimientos, memoria colectiva, rasgos de identidad. Una desgracia cuya magnitud poco se entiende.
Para los lingüistas, el habla que se desvía de la norma no significa una falla, sino el uso de variantes que se producen y adaptan a partir de un contexto determinado. Todo lo hacemos de manera automática. Es una facultad implícita. Inconsciente. La adquisición de nuestra lengua no se dio gracias a los libros, sino al lugar, momento, familia y condición social donde nos tocó nacer y crecer.
Este es justamente el enfoque que propone el nuevo libro de texto Nuestros Saberes. Sin dejar de enseñar la norma académica en lo oral y escrito, a los niños también se les enseña a identificar distintas variantes su origen y razón, lo cual los acerca a una mirada científica de la lengua. Va también de la mano ayudarlos a reconocer en qué condiciones es necesario ajustar o matizar ciertas expresiones. Una vacuna contra el prejuicio a través del conocimiento que tanta falta nos hace.