Un balance sobre lo que sigue ahora con Claudia

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Cesar Iglesias

El escenario que le pinta a la oposición en 2024 en términos democráticos no es nada alentador. Y es que el presidente López Obrador pudo procesar que cambio de bastón de mando sin un cisma profundo dentro de su movimiento. Es importante observar cuáles son las condiciones actuales del movimiento de la cuarta transformación y las posibles respuestas de la oposición.

En primer lugar, hay que tener claro que el liderazgo de López Obrador ha logrado conseguir que su movimiento pueda mantenerse unificado ahora bajo otro liderazgo que no es el suyo. Al presidente le importaba mucho dos elementos, la sobrevivencia del movimiento de la cuarta transformación y, sobre todo, la de su legado político.

Mintió con la verdad el presidente cuando desde un inicio convocó a todos a participar en el proceso de sucesión adelantada a través de una encuesta. Tanto tiempo de adelanto fue justamente para aminorar el impacto de una ruptura inesperada que pudiera poner en jaque la articulación social en torno a cualquier liderazgo que se levantara con el triunfo.

No fue para nadie una sorpresa el triunfo de Claudia Sheinbaum en las encuestas, era casi imposible que estas se modificaran con una tendencia tan clara durante años. Los perdedores del proceso debían saber procesar su derrota para de una u otra forma mantener el capital político que habían cosechado del proceso, esto no fue así para Marcelo Ebrard que decidió avanzar en el camino de la ruptura y por el cual ahora sus opciones cada día que pasan disminuyen.

No hubo dedazo, y el problema con la cargada fue que nadie sabía a ciencia cierta cómo procesar en la sociedad el aumento de las preferencias, está claro que hubo recursos económicos que impulsaron a todas las figuras del partido, pero eso es insuficiente. Se necesitaba estar validado ante la sociedad que se mantiene bajo un proceso de cambio. Incluso si López Obrador salía y levantaba la mano a algún candidato tampoco su fuerza le daba para ello, una imposición no sería bien recibida en amplios sectores y eso hubiera abonado también a una fractura.

La operación política que se echó a andar tenía que ver más con la formulación de saber leer el momento de cuál es el peso de las diferentes fuerzas políticas al interior del partido y sobre todo de cara a la sociedad. Es un proceso complejo debido a que el partido en verdad no tiene forma de controlar al movimiento.

Si este proceso hubiera sido de estructuras Fernández Noroña no hubiera tenido la mínima posibilidad de crecer como lo hizo, pero al mismo tiempo el proceso tampoco se trata solamente del movimiento social ya que las estructuras partidistas que se han formado también fueron determinantes para poder por lo menos recorrer el país y crear estructura territorial. Todo esto lo hizo Claudia, de forma excepcional logró conjuntar ambos elementos.

Ahora bien, incluso con la salida de Marcelo Ebrard de Morena y del proyecto de la cuarta transformación los niveles de aceptación del presidente López Obrador y de Morena auguran una victoria contundente, Claudia Sheinbaum se sabe desde ya será presidenta de la república, la primera. No hay forma de modificar eso más que a través de una salida violenta, y que en estos momentos la ultraderecha no tiene forma de controlar, el país se le iría de las manos y nadie en su sano juicio apoyaría una opción así ya que liquidaría por completo a la oposición del mapa electoral.

Y es que no es un concurso de popularidad lo que está en juego es un proyecto de país que ha logrado generar programas sociales universales que han avanzado en compensaciones reales y productivas ante la crisis económica en curso. Los hogares mexicanos están logrando sortear una de las crisis económicas más complejas en la historia del capitalismo mundial. En el movimiento está la idea de que este fue un primer paso que necesita consolidarse para poder ir mejorando las condiciones de vida. La presión social será determinante, es por ello por lo que está en juego la mayoría calificada de la Cámara de Diputados y Senadores.

El conflicto con el poder judicial no es menor, su necesidad de transformación será nodal en la campaña presidencial y se tomará como un mandato del pueblo de México. Reconstruir el tejido social ante los efectos más lacerantes del capitalismo neoliberal ha sido parte esencial del respaldo a López Obrador, pero llegó la hora de plantear salidas a la crisis económica que tienen justo que ver con la redistribución de la riqueza social, especialmente en materia impositiva, la crisis no la pueden seguir pagando solo los de abajo.

Vamos a un escenario en donde la oposición quedará pulverizada, Xóchitl Gálvez se ha desplomado sin antes haber podido despegar. El riesgo que corre la oposición es que se queden sin registro varios partidos políticos, entre ellos el PRI. La manipulación mediática no ha sido efectiva, y las mentiras, paparruchas y bulos que se producen como principio de desinformación no han podido cuajar en un odio colectivo como en el caso de la Argentina. La mañanera ha sido un antídoto efectivo para tales ataques.

Al perder su representatividad política la oposición corre el riesgo de venezolanizarse, es decir, volver golpista y no reconocer la derrota y desconocer el resultado electoral para intentar provocar una crisis política que no permita llevar a cabo los cambios democráticos. Al radicalizarse la oposición puede empezar a preparar un escenario de provocación violenta. No hay que descartar esa vía.

Eso no puede suceder sin el apoyo de los empresarios mexicanos, Claudio X. González no tiene el peso suficiente para poder dominarlos a todos, y con la venia del país del norte. En el primer caso está claro que Claudia Sheinbaum busca producir un proyecto de país que aumente la productividad y ponga a México en mejores condiciones en el mercado mundial para lograr sortear la crisis económica. Lo único que seguramente les pedirá es que respeten poner su parte de impuestos como corresponde sin corrupción, y eso para la clase empresarial mientras haya crecimiento y no devaluación les parecerá un trato justo.

La entrega de Ovidio Guzmán en plenos festejos patrios con la presencia del Comando del Norte en México para el desfile militar fue un mensaje muy claro del presidente López Obrador de que habrá colaboración siempre y cuando no exijan sumisión sino respeto a la soberanía nacional.

La entrega del bastón de mando a Claudia Sheinbaum Pardo desde ahora sólo indica que es momento de construir nuevos acuerdos y que serán directamente con la próxima presidenta. El legado político de López Obrador pasa por no haber sido asesinado en el cargo ni haber sufrido un golpe de estado abriendo camino a la izquierda para poder gobernar el país. Claudia Sheinbaum tiene ahora la responsabilidad de guiar el proceso construyendo un nuevo acuerdo nacional, esa es la tarea a la que estamos convocados a apoyarla.

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