Chile vota entre polos opuestos con una prioridad común: seguridad e inmigración dominan el balotaje

Chile enfrenta una elección presidencial decisiva entre dos proyectos ideológicamente opuestos, pero con una agenda compartida donde la seguridad y la inmigración
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Chile define este domingo a su próximo presidente en una segunda vuelta marcada por la polarización política, pero atravesada por una agenda sorprendentemente convergente, donde la seguridad pública y la inmigración se consolidaron como los ejes centrales del debate, por encima de las diferencias ideológicas entre la derecha dura de José Antonio Kast y la izquierda oficialista representada por Jeannette Jara.

El favoritismo se inclina hacia Kast, candidato del Partido Republicano, quien llega al balotaje con el respaldo explícito de otras figuras del espectro conservador y libertario, una recomposición que permitió a la derecha reagruparse con rapidez y trasladar a la segunda vuelta una mayoría que, en la primera, superó el 50 % de los votos.

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La candidatura de Jara, exministra del Trabajo y militante comunista, enfrenta un escenario cuesta arriba al cargar con el desgaste del gobierno del presidente Gabriel Boric, cuya baja aprobación terminó por limitar el crecimiento electoral del oficialismo, obligando a la aspirante presidencial a moderar su discurso y adoptar posturas más conservadoras en temas sensibles para el electorado.

La contienda enfrenta dos visiones históricamente contrapuestas sobre el rol del Estado y el mercado, aunque en esta ocasión ambas campañas han tendido a acercarse en lo programático, especialmente en la necesidad de restaurar el orden público, controlar la migración irregular y garantizar estabilidad económica en un país sacudido por cambios sociales profundos en los últimos años.

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El debate público fue hábilmente capitalizado por Kast, quien logró instalar la percepción de un país en crisis de seguridad, pese a que los datos oficiales muestran una baja sostenida en la tasa de homicidios, contrastando con una percepción ciudadana de inseguridad que se mantiene en niveles históricamente altos y que terminó por marcar el pulso electoral.

La inmigración se convirtió en otro de los factores decisivos, con propuestas de mayor control fronterizo y expulsiones de migrantes en situación irregular que resonaron con fuerza en amplios sectores de la población, al punto de provocar salidas anticipadas de extranjeros ante el eventual endurecimiento de las políticas migratorias si triunfa la derecha.

El contexto político también está condicionado por el debut del voto obligatorio en una segunda vuelta presidencial, una variable que introduce incertidumbre sobre el comportamiento de los electores desencantados y, en particular, sobre el destino de los votos del Partido de la Gente, cuyo electorado comparte demandas de orden y castigo al delito.

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En el plano legislativo, la derecha llega fortalecida tras asegurar una presencia relevante en el Congreso, una configuración que facilitaría la gobernabilidad de un eventual gobierno de Kast y permitiría impulsar cambios sin necesidad de grandes consensos con el bloque progresista que dominó el Parlamento durante décadas.

Más allá de las comparaciones con liderazgos radicales de la región, la campaña del candidato republicano ha optado por un tono más pragmático y contenido, apuntando a un programa de gestión enfocado en seguridad y economía, en sintonía con un electorado que, tras años de tensión social, parece inclinarse por cambios graduales antes que transformaciones refundacionales.

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