A cuatros años de la hazaña democrática
Durante el discurso realizado en la refinería Olmeca, Dos Bocas, Tabasco por el presidente Andrés Manuel López Obrador referente al cuarto año del triunfo histórico democrático vale la pena realizar algunas puntualizaciones sobre la cimentación de las bases del proyecto de gobierno que se ha conocido como la cuarta transformación.
Antes de ello, es necesario dejar constancia para el futuro, que justo ese día se operó una guerra informática en redes sociales intentado ridiculizar y relativizar la inauguración de la refinería Olmeca en su primera etapa. Tal cual, la estrategia Alazraki-Goebbels se instrumentalizó, es decir, mentir mil veces para generar una guerra ideológica de tal manera que se viva como un fracaso el proyecto de soberanía energético y alimentario que está en juego.
Es tal el absurdo de esta estrategia cuando se compara con el proyecto de refinería emprendido en Tula, Hidalgo por el expresidente espurio Felipe Calderón Hinojosa. Del cual sólo dejó en pie una barda, y por la cual también existieron evidencias de corrupción en su construcción. Una cosa en verdad patética comparado con el inicio de los trabajos de prueba en la refinería Olmeca.
Pero vayamos al fondo del asunto, y este es precisamente el que se refiere esencialmente a que este nuevo proyecto denominado cuarta transformación tiene como su eje revertir los efectos más duros de la política de desposesión neoliberal que ciñó de sangre nuestra nación.
Fueron 36 años de desmantelamiento del Estado, de poner en venta lo público para enriquecer unas cuantas manos, generando un despojo inédito en la historia económica contemporánea. Fue una segunda gran expoliación. Estuvieron a punto como bien mencionó el presidente en su discurso de destruir la industria petrolera nacional, acabar con la petroquímica, desfinanciar y desmantelar por completo las seis refinerías con las que cuenta el país.
Por eso mediante una corrupción histórica lograron comprar a legisladores para modificar la Constitución y entregar el petróleo, gas y electricidad a empresas extranjeras, cometiendo franca traición a la patria. Aunque lograron establecer la privatización, en efecto, el tiempo no les alcanzó para terminar de entregar todos los yacimientos y “consumar esa gran infamia” como la llamó el tabasqueño.
Un primer acercamiento a un corte de caja por así llamarlo de este proceso emprendido por revertir la entrega de la soberanía energética y con ello la seguridad nacional, podría decirse que en este cuarto año de gobierno se ha logrado establecer líneas de recuperación para utilizar al Estado en contra de los despojos que impone la doble relación desigual del mercado.
En primer lugar, lo que se conoce como la violación de la ley del valor del mercado entre los capitales de punta y los de retaguardia. En la medida que el periodo de la necropolítica neoliberal logró acabar con la poca industria que se tenía, la subordinación hacía el exterior reforzó los mecanismos de dependencia.
Lo más grave del asunto es que esto no se quedó nada más con el debilitamiento de los capitales nacionales, sino que avanzó en golpear como nunca las condiciones de la clase trabajadora, al imponerle una extracción de valor que rebajaba el valor de su fuerza de trabajo, esto se hizo a partir de un proceso de sobreexplotación que fue posible a través del dogma del control salarial a partir de la inflación.
Recuperar la capacidad de producción energética, en este caso la petrolera, apunta a generar mecanismos de resistencia justo cuando el mundo sigue destacándose en una crisis económica que no cede. Se agrava aún más con la conflictividad generada en Europa en la guerra por Ucrania y el control estratégico de ese continente para establecer un cordón sanitario efectivo entre Alemania y Rusia.
La recuperación con Dos Bocas de parte de la capacidad de refinación más la compra de Deer Park pone a México en condiciones de recuperación, y habría que decirlo claro, esto aún es muy frágil, de hecho, la derecha ya tiene agenda, apropiarse de esta nueva refinería para poder venderla al mejor postor.
No habría que echar en un saco vacío las palabras de Gabriel Quadri al candidatearse a la presidencia con esta propuesta, a eso habría que sumarle la oferta que ha hecho el hijo del expresidente Miguel de la Madrid, Enrique, exsecretario de Turismo con Peña Nieto, de reconstruir el aeropuerto de Texcoco.
La disputa por la nación pasa, además, por recuperar la capacidad alimentaria, cosa que no es nada fácil ante el complejo escenario que se impuso a partir del TLCAN y que se empeoró con el T-MEC. Las condiciones para el campo fueron las peor posibles estas últimas tres décadas, y su reactivación necesitaría de financiamiento con una banca nacional de desarrollo hoy pulverizada.
Aún así, utilizar al petróleo y al gas como motor de desarrollo podría generar condiciones especialmente en el sur para reactivar el campo y establecer condiciones favorables para atravesar la guerra de los alimentos que se avecina con un incremento considerable en los precios. No podemos seguir manteniendo la dependencia alimentaria, que nunca debió suceder.
Se habla de cimientos de la cuarta transformación porque en efecto un sexenio es insuficiente para revertir los efectos devastadores impuestas por la necropolítica neoliberal. Se necesita por lo menos de la continuidad del proyecto de por lo menos tres sexenios más que permitan cambiar el rumbo histórico en el abismo de la violencia y pobreza al que nos llevaron al depender del exterior.
Desde aquí se puede entender el elogio que López Obrador lanzó a Carlos Slim -un símbolo mundial del despojo en el periodo neoliberal como lo describiría el intelectual David Harvey-, al cual llamó el empresario más austero y más institucional de México.
No se podrá reconstruir solamente desde el Estado la industria nacional, se requiere de inyecciones de capital privado. Muchos de los empresarios que se enriquecieron a manos llenas con la corrupción durante este periodo se han dedicado a desestabilizar y fraguar el golpe blando contra este gobierno. Y se han opuesto a la mayoría de los proyectos propuestos por el presidente. Es decir, no han apoyado con inversiones la reconstrucción de un México soberano.
Parece ser que el presidente confía en que solamente con un sector de ese empresariado podría generarse las condiciones para no depender tanto del capital trasnacional como el de Black Rock, pero que ha resultado sumamente conflicto sumar a los que más se beneficiaron del sistema de corrupción pasado. De hecho, la industria nacional está hecha trizas. Por eso esto es quizás una convocatoria para garantizar el proyecto de continuidad. Dos Bocas es un símbolo de la cuatro te, el símbolo del compromiso por realizar una infraestructura que puede impulsar el progreso para todos.
Estos cuatro años han sido contra viento y marea, pero se ha sido firme en la construcción de ventanas de oportunidad para hacer realidad primero a los pobres. Es momento de ahondar en lo logrado. Que no se pierda la perspectiva de la transformación. Ni un paso atrás.
📷 El Cuarto Oscuro