DOS VISIONES
Foto: Milenio
Escalar a la cima más alta de México para disponer de 6 años de permanencia en ese singular espacio es un logro y un privilegio que muy pocos alpinistas de nuestro país han logrado conquistar. Cada seis años se organiza esa competencia y, a manera de premio, al ganador se le conceden sólo 6 años de la historia nacional para que proponga y ordene, como una especie de emperador soberano.
En la larga y sinuosa ruta son muchos los riesgos y peligros que acechan a los miles de mexicanos que abrazan esa desafiante aventura. La inmensa mayoría cae o resbala, como en la casa del jabonero, y a los pocos que logran la hazaña, les esperan siempre 6 preciosos y precisos años de incertidumbre entre la gloria y el infierno.
Voluntad, disciplina, fuerza y fortuna son elementos indispensables para concluir con éxito la travesía; algunos dicen que es la mezcla armoniosa de tiempo y circunstancia la que permite ligar ese destino. En cualquiera de los casos, arribar a esas alturas exige sólida preparación.
Por tratarse del pico más alto de la nación, está sujeto a todo tipo de inclemencias y cambios repentinos que pueden eternizar o volatizar cada día de estancia en el sitio; lo más adictivo y estimulante, o depresivo y frustrante, es que esa experiencia se vive obligadamente en soledad, con la amenaza permanente de que el oxígeno puede agotarse de manera repentina. Como verdad de Perogrullo, todos los que llegan a ese ansiado objetivo, literalmente pierden piso.
Los mexicanos de hoy, hemos tenido la oportunidad de conocer el caso de un competidor muy singular que, durante 18 años, se preparó afanosamente para escalar la montaña y, con diferentes equipos, intentó en tres ocasiones llegar hasta ese anhelado lugar.
En la primera ocasión, estuvo a escasos centímetros de alcanzar el objetivo; en el segundo esfuerzo, se quedó un poco rezagado; pero para hacer valer el refrán, la tercera fue la vencida y, con un gran impulso de su equipo y un todavía mayor apoyo de sus fans, logrados por sus 18 años de perseverancia, llegó por fin a ese nido de águilas que había sido conquistado anteriormente sólo por 14 privilegiados (puros varones y ninguna mujer).
Sus críticos no pierden la oportunidad de señalar que, desde el primer día de su tiempo en la cima, manifestó un comportamiento complejo que debiera ser diagnosticado médicamente para dictaminar sobre sus facultades para ocupar el trono; todos los días lo intentan ridiculizar caricaturizándolo y calificándolo como decadente y vulgar; se lo imaginan descalzo, ataviado con taparrabos, con una corona de espinas en su sangrante cabeza, la espalda tatuada con la imagen de la virgen, portando en la mano izquierda cuatro rosarios y unas estampitas milagrosas, en el pecho un cartel con el número cuatro y una letra te, y en la mano derecha una macana.
Esos críticos están convencidos que desde el primer momento se mareó, quizá por la falta de oxígeno, pero a esas alturas y al ver a todos bajo sus pies, se sintió como Dios en el limbo y, en sus primeros 100 días de gloria, ordenó borrar todo vestigio del pasado y que la nueva historia tendría que iniciar a partir del momento en que él hizo su aparición victoriosa.
Con mucho sarcasmo, sus opositores aducen que está destruyendo no sólo las instituciones, sino los cimientos de la Nación, refiriéndose a la Unión de Estados Libres y Soberanos (Unidad Nacional) y al equilibrio de los poderes federales al centralizar el poder que corresponde a los estados de la República y al someter a los poderes legislativo y judicial concentrado todo el poder en un solo hombre.
A pesar de todas esas críticas, el Presidente sigue firme y decidido a lograr la Cuarta Transformación de México; esos señalamientos, dice, lo hacen sentirse satisfecho y que va por el camino correcto, ya que vienen de parte de personajes que eran beneficiarios de regímenes anteriores.
¿Usted también cree que vamos por el camino correcto?
Esa es una duda sustentable.
@mexicanosalgri5