El Innombrable

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Gobierno

Foto: Milenio

Dijo: “nuestro país, afortunadamente, es de los países más preparados y con menos riesgos por la afectación de este virus, para que estemos tranquilos; atentos, pero tranquilos”.

E insistió: “esto no debe ser visto como algo terrible o fatal”, ya que “ni siquiera es equivalente a la influenza” (Washington Post, Marzo 18).

Y mintió: con el tiempo México llegó al cuarto lugar de fatalidades, solo por detrás de Estados Unidos, Brasil e India. 

Afirmó: “Hay quienes dicen que por lo del coronavirus no hay que abrazarse, pero hay que abrazarse, no pasa nada” (Aristegui Noticias, Febrero 18). Y mintió; sí pasa, y mucho, cómo habría podido ver en otras partes del mundo

Dijo: “El escudo protector es como el Detente. El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción… detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. (18 de marzo).

Dijo: “No mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus” (New York times marzo 22).

Y mintió otra vez, faltándole al respeto a los miles de compatriotas contagiados, quienes sin mentir, robar ni traicionar cayeron y caen enfermos diariamente.

De hecho, después de esas simpáticas declaraciones, algunos miembros de su gabinete, como el secretario de Hacienda o el director del IMSS, se contagiaron.

Dijo que la pandemia nos vino “como anillo al dedo”. Eso no sólo es falso sino perverso: para las familias de los 68 mil mexicanos que hasta el momento ha matado la pandemia, ésta ha sido la más horrorosa pesadilla imaginable, para los que yacen en camas de hospitales, a los miles de intubados, a los que superaron la enfermedad con muchísimo dolor y secuelas irreparables, a los millones que se quedaron sin trabajo, a los pequeños y medianos empresarios que vieron cómo voló su patrimonio, producto del ahorro de toda sus vidas; a los estudiantes que se quedaron sin escuela, a millones y millones de mexicanos, esta pandemia no nos vino “como anillo al dedo”, sino justamente lo contrario.

Dijo innumerables veces que “lo peor ya pasó”, que habíamos “domado la pandemia”, que habíamos “aplanado la curva”, y mintió: lo peor estaba por venir

Dijo: “Nuestra economía está fuerte, tenemos finanzas públicas sanas, tenemos reservas suficientes para enfrentar cualquier crisis que se pudiese presentar… Hay condiciones inmejorables para crecer a pesar de las circunstancias”. (Acapulco, 13 de marzo).

Y mintió. El secretario de Hacienda Arturo Herrera, más realista, reveló que en 2021 México pasaría por la peor crisis que ha vivido el país desde 1932.

El 1 de septiembre dijo, en el mensaje de su segundo informe, que con su gobierno “en México se acabaron las masacres”, y mintió; al otro día en Cuernavaca la realidad lo abofeteó con otra masacre donde hubo 10 muertos y 15 heridos.

El mismo día del informe, Adrián Le Barón, desde el fondo de su dolor, lo desmintió: “Dice que ya no hay masacres ¿Se le olvida que la de mi hija y nietos fue durante el año que informa? Y las tantas ejecuciones en el país, ¿esas tampoco cuentan? ¿Creerá que si no las menciona no existen? Quiero vivir en su México, ahí todos seríamos felices”,

Dijo que en el país ya no manda el crimen organizado, y mintió: ahí está el culiacanazo del 17 de octubre, donde, al igual que en cada estado y municipio del país, quedó claro quién manda, exhibiendo y poniendo a las autoridades federales de rodillas para que dejaran ir a su presa.

Dijo que con su gobierno se acabó la corrupción. Y mintió; de hecho, grandes escándalos de corrupción han estado ligados desde hace tiempo a su círculo más cercano: Bejarano, Imaz, Ponce, Bartlett, Sandoval, Ackerman, Pío y la más reciente, su cuñada Concepción Falcón Montejo, esposa de Ramiro López Obrador, acusada de birlarse la nada despreciable suma de 200 millones de pesos. 

Dijo que estaba evaluado como el 2do mejor mandatario del mundo y que los mexicanos teníamos la suerte de contar con el mejor gobierno en el peor momento. Qué hay aves que cruzan el pantano y no manchan su plumaje y que “no somos iguales”.

Así como estas mentiras hay decenas, sino cientos de casos que hablan de una enorme deshonestidad intelectual, soberbia, negligencia y rencor. Tal vez lo haga de buena fe, tal vez sea parte de una estrategia, tal vez tenga las mejores intenciones, pero una cosa es cierta: los ciudadanos no podemos ni debemos acostumbrarnos a la mentira desde el poder, ni normalizarla. Eso sería complicidad, una complicidad letal para nuestra nación.

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