Maduro clama por “paz continental” mientras crece la tensión militar entre Venezuela y Estados Unidos

La apuesta del presidente venezolano, Nicolás Maduro, por presentarse como un abanderado de la paz contrasta con el clima de máxima tensión que domina el Caribe. En un mensaje directo al presidente estadounidense, Donald Trump, el mandatario sudamericano pidió frenar lo que llamó “guerras eternas” y urgió a ambos pueblos a unirse para evitar un conflicto regional, justo cuando ambos gobiernos protagonizan su mayor despliegue militar en décadas.
El llamado de Maduro, expresado durante una marcha de apoyo en Caracas, buscó reforzar la narrativa de que Venezuela está del lado de la estabilidad. Desde un escenario rodeado de simpatizantes, insistió: “No a más guerras injustas, no más Libia, no más Afganistán, que viva la paz”, antes de lanzar un mensaje en inglés dirigido a Trump: “Yes, peace!”. Según dijo, su gobierno está “ocupado con el pueblo, gobernando con la paz”, pese a la creciente presión militar estadounidense.
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El contexto detrás de la súplica diplomática es inquietante. Desde mediados de agosto, Washington desplegó en el Caribe una fuerza militar que no se veía desde la invasión a Panamá en 1989: un portaviones, buques de guerra, aviones de combate e infantería de Marina suman unos 15.000 efectivos. Aunque la Casa Blanca sostiene que se trata de una operación antidrogas, acusa a Caracas de estar infiltrada por el llamado Cártel de los Soles, designado como organización terrorista por Estados Unidos.
La escalada tampoco es simbólica: las Fuerzas Armadas estadounidenses han realizado 20 ataques contra embarcaciones acusadas de transportar drogas en el Caribe y el Pacífico. Estas acciones han dejado hasta ahora 80 personas muertas, incluido un incidente revelado esta semana por el Pentágono, en el que murieron cuatro tripulantes tras la destrucción de su embarcación. CNN reportó además que el gobierno de Trump evalúa atacar rutas e instalaciones del narcotráfico dentro de Venezuela, aunque funcionarios han admitido ante el Congreso que no existe, por ahora, una justificación legal clara para intervenir en territorio venezolano.
La respuesta de Caracas ha sido una movilización masiva. Las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, con unos 123.000 efectivos, realizan ejercicios continuos junto a milicias civiles que, según Maduro, sumarían más de ocho millones de voluntarios. Expertos han cuestionado esa cifra y la preparación real de estas unidades, pero el gobierno insiste en que el país está listo para cualquier escenario. Durante la concentración en Caracas, Maduro incluso llamó a los jóvenes a resistir lo que denunció como una “amenaza de invasión”.
En paralelo, Estados Unidos avanzó un paso más en su estrategia militar. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció el inicio de la operación Southern Spear (Lanza del Sur), cuyo contenido permanece clasificado. En redes sociales aseguró que la misión busca “expulsar a los narcoterroristas del hemisferio” y proteger a la población estadounidense de las drogas que, dijo, “están matando a nuestra gente”. También remarcó la doctrina histórica de Washington: “El hemisferio occidental es la vecindad de Estados Unidos, y la protegeremos”.
En este escenario polarizado, el intento de Maduro por instalar un mensaje de concordia parece estar dirigido tanto hacia afuera como hacia su base interna. Sabe que la narrativa de resistencia frente a Estados Unidos cohesiona al chavismo, pero también que la posibilidad de un conflicto abierto —por remoto que parezca— mantiene en vilo a un país debilitado económica y socialmente. Su llamado a la paz, mientras ambos gobiernos endurecen sus posiciones, muestra la compleja mezcla de desafío, diplomacia y propaganda con la que Caracas enfrenta el momento.
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