“Tiene que ser hoy sí” mensaje letal al joven sicario que atentó contra el candidato a la presidencia de Colombia

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En un hecho que ha estremecido a Colombia, y que revive los fantasmas de los crímenes políticos de los años ochenta, han salido a la luz los perturbadores mensajes de texto enviados y recibidos por el joven sicario de apenas 14-15 años, antes de perpetrar el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.

Según revelaciones de medios como Infobae, en los chats entre el sicario y su supuesto cómplice se evidencia un plan organizado y fríamente calculado:
“Vamos a cobrarlo pero temprano”, escribe el sicario, aludiendo a la víctima política.
Su interlocutor insiste: “Tiene que ser hoy sí o sí… No mano, hoy a la hora que sea”

Deciden incluso el modo de escape: “Cogemos un bus mejor, esos Indriver están poniendo…” y “Chuleamos jajajaja… Un taxi pero lo culeamos”

Estos mensajes demuestran premura y coordinación: el ataque no fue obra de un individuo improvisado, sino parte de un plan que contempló logística e intento de huida.

Al joven le instaron a entrar y actuar con rapidez, tomando decisiones tácticas en tiempo real desde el intercambio de mensajes.

Este hallazgo genera varias reflexiones críticas:

1. SVulnera la narrativa de “actos aislados”: no se trató de un atacante solitario ni un incidente sin planificación; sugiere la existencia de circuitos operacionales y estructuras que reclutan y orientan a menores.

2. Participación de menores en actos políticos violentos: alarmante señal de cómo bandas criminales o actores oscuros aprovechan la vulnerabilidad juvenil para sus fines más siniestros.

3. Debilidad institucional frente a la prevención del reclutamiento: la presencia de este adolescente en una operación bélica plantea fallas en los mecanismos de protección, prevención y persecución del crimen organizado.

4. Dimensión mediática y política manipulable: la difusión de estos chats por portales como Caracol e Infobae contribuye a una narrativa que puede ser instrumentalizada por la polarización política. La verdad, sin embargo, exige claridad sobre quién ordenó el atentado y cuál fue el móvil profundo.

El atentado, ocurrido el 7 de junio de 2025 en un mitin en Fontibón, Bogotá, dejó al precandidato Uribe Turbay en estado crítico, con múltiples disparos, incluido uno a la cabeza.

Uno de los escoltas frenó la huida, y el atacante resultó herido en una pierna y fue detenido en el sitio .

La aparición de estos mensajes abre interrogantes serios: ¿qué tipo de red permitió que un menor planeara un magnicidio político? ¿Quién o quiénes ordenaron el atentado? ¿Cómo lograron movilizar un arma y apoyo logístico?

La joven edad del sicario y la frialdad operativa nos confrontan con una realidad atroz: la violencia política en Colombia ha mutado, y los actores armados han encontrado en los menores herramientas fáciles de manipulación.

Colombia no puede permitirse el lujo de ignorar estas señales ni caer en la tentación de politizar los hechos sin esclarecer la verdad objetiva.

La justicia y la investigación deben abrir varias líneas de acción: judicializar a los incursores, proteger a los menores vulnerados por redes criminales, y garantizar que cualquier discurso político rechace sin ambivalencia la violencia utilizada como instrumento electoral.

Este es el núcleo de la situación: un joven sicario en contacto directo mediante mensajes de texto con un criminal mayor que planifica un atentado político, evidenciando un criminal entramado que involucra a menores.

Es crucial que la mirada pública no se quede en la víctima política —con todo el derecho a exigir justicia— sino que alcance al que movió los hilos detrás de este plan macabro.

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