Pemex pasó de ser orgullo nacional a una amenaza para el futuro económico de México

Petróleos Mexicanos. Foto: Archivo/EL UNIVERSAL
Pemex, que alguna vez fue el motor económico de México y símbolo de soberanía energética, se ha convertido en una carga fiscal sin precedentes para el país. La petrolera estatal se encamina a registrar el mayor déficit de su historia en 87 años, con una cifra estimada en 31 mil millones de dólares. Este viraje representa un quiebre histórico: de ser la “gallina de los huevos de oro” que financiaba buena parte del gasto público, ahora se ha transformado en un lastre que obliga a destinar recursos masivos para sostener su pesada estructura de deuda.
La explicación de este déficit no se limita al creciente apoyo gubernamental. Pemex enfrenta una caída estructural en sus ingresos petroleros debido al desplome de la producción, que hoy se encuentra en niveles casi 50 % inferiores a los registrados hace dos décadas. A esto se suman cambios en la legislación fiscal que redujeron de manera significativa la contribución de la empresa al erario, lo que amplía el déficit y obliga a que los contribuyentes terminen financiando sus operaciones.
Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Pemex recibió alrededor de 80 mil millones de dólares en apoyos, entre inyecciones de capital y exenciones fiscales. La estrategia buscaba apuntalar la soberanía energética, pero derivó en un creciente endeudamiento. Con la llegada de Claudia Sheinbaum, el respaldo no ha cesado: su administración ha movilizado más de 12 mil millones de dólares mediante acuerdos financieros, otros 13 mil millones a través de bancos de desarrollo y cerca de 14 mil millones mediante emisiones soberanas. Además, el gobierno ya comprometió otros 14 mil millones para pagar deudas y cubrir gastos en 2026.
Para analistas, este cambio de rol convierte a Pemex en el principal receptor de recursos públicos, mientras que el Estado mexicano se coloca como perdedor neto. Alejandro Schtulmann, de la consultora EMPRA, advierte que este modelo basado en subsidios abre serias dudas sobre su sostenibilidad, pues convierte a la petrolera en un pozo sin fondo que erosiona la capacidad fiscal de la nación.
El trasfondo histórico también es clave. Pemex fue durante décadas la principal fuente de ingresos del gobierno federal, aportando hasta la mitad del presupuesto nacional. Sin embargo, tras la reforma energética de Enrique Peña Nieto y la reducción de impuestos durante el mandato de López Obrador, su contribución cayó drásticamente. Hoy la empresa paga apenas un 30 % sobre ingresos petroleros y un 11.67 % sobre el gas natural, cifras muy alejadas del 65 % que entregaba hace pocos años.
La presión sobre las finanzas públicas ya comienza a reflejarse en la percepción internacional. Aunque Pemex recibió mejoras en su calificación crediticia por parte de Fitch y Moody’s, los analistas advierten que el verdadero riesgo recae en la deuda soberana. Fitch estima que la relación deuda/PIB de México podría superar el 57 % en 2026, frente al 45 % registrado en 2023, conforme el pasivo de la petrolera se traslade al balance general del país.
“Es un problema soberano de gran escala”, señala John Padilla, de IPD Latinoamérica. Un déficit anual de 20 mil millones de dólares quizá no genere un colapso inmediato, pero combinado con el bajo crecimiento económico, puede comprometer la calificación crediticia de México y limitar su margen de maniobra financiera. En otras palabras, Pemex pasó de ser orgullo nacional a un dilema estructural que amenaza con redefinir las finanzas públicas y el futuro económico del país.
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