Caída del suministro desde México y Venezuela hunde a Cuba en apagones más severos

A pesar de que Cuba atribuye la crisis a la falta de suministros, la infraestructura desvencijada y los efectos del huracán Melissa, la magnitud de la caída en las importaciones revela un problema más estructural
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La crisis energética de Cuba entra en una fase crítica ante la brusca caída de las importaciones de combustible, un desplome que ha reducido drásticamente la capacidad de la isla para sostener su generación eléctrica diaria. El ángulo central del problema —la pérdida acelerada de proveedores confiables— quedó expuesto en nuevos datos marítimos y documentos internos que muestran una reducción de más de un tercio en las compras de crudo y derivados durante los primeros diez meses del año. La dependencia estructural de Cuba de combustibles importados, combinada con sanciones de Estados Unidos y una economía sin oxígeno, ha dejado al Gobierno sin herramientas para contener los apagones que ahora golpean incluso a La Habana.

La contracción en los envíos desde México confirma el deterioro del panorama energético. Este país, que en 2023 emergió como un proveedor estable de crudo ligero adecuado para las refinerías cubanas, redujo sus exportaciones a apenas 5.000 barriles por día, un desplome del 73% respecto al mismo periodo del año pasado. La explicación radica tanto en la caída de la producción de Pemex como en el hecho de que su petróleo Olmeca —de alto valor— suele reservarse para clientes que pagan mejor. Con una producción mexicana que retrocedió casi 9% en el año y exportaciones que bajaron 23 %, Cuba quedó relegada en la lista de prioridades.

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La reducción de los flujos venezolanos profundiza el colapso. Pese a ser su aliado político más cercano, Venezuela envió 15 % menos crudo y combustibles a la isla entre enero y octubre, con una caída particularmente significativa en los suministros de fuel oil, clave para la generación eléctrica. Los documentos internos de PDVSA revelan que los constantes cambios en las sanciones estadounidenses han obligado a la petrolera a redirigir más crudo a sus propias refinerías, dejando menos volumen disponible para Cuba. Esto ha reducido el tipo y la cantidad de productos exportables para la isla, históricamente dependiente del fuel oil residual venezolano.

La suma de estos recortes deja a Cuba en una situación inédita: el total de importaciones de crudo, GLP y combustibles residuales se contrajo 35 %, pasando de 69.400 a apenas 45.400 barriles por día. Esta cifra, según los analistas, es insuficiente para sostener la infraestructura energética del país, sometida además a décadas de deterioro y a daños recientes provocados por el huracán Melissa. Con una red eléctrica que opera al límite, incluso pequeñas fluctuaciones de suministro tienen efectos inmediatos en el servicio.

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El impacto social ya es evidente. Según el sindicato eléctrico, casi 900 megavatios —un tercio de la demanda diaria— estaban fuera de operación esta semana por falta de combustible y lubricantes. En La Habana, los apagones no programados superan en ocasiones las nueve horas consecutivas, una situación que antes se concentraba en provincias rurales. Hoy, municipios enteros de la capital viven con horarios de energía impredecibles, mientras zonas del interior del país apenas reciben entre dos y cuatro horas de luz al día. La productividad, el comercio y hasta la alimentación se han vuelto retos cotidianos.

Las historias personales amplifican la dimensión de la crisis. Jóvenes como Daniela Castillo describen jornadas extenuantes en las que estudiar, cocinar o siquiera descansar depende de que regrese la electricidad, un evento cada vez más incierto. Ese desgaste social, profundo y transversal, alimenta el malestar que recorre la isla desde hace meses y que presiona al Gobierno a encontrar alternativas en un mercado internacional donde pocos países están dispuestos —o pueden— suministrar más.

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Las esperadas “soluciones externas” tampoco han llegado. Rusia, que en otras crisis ayudó a sostener el flujo energético, solo ha enviado dos cargamentos de crudo Urales este año, cifra idéntica a la del año anterior. La falta crónica de buques disponibles en la flota venezolana y mexicana también dificulta los envíos, alargando tiempos y reduciendo la frecuencia de las entregas. Sin nuevas fuentes y sin capacidad financiera para compras al contado, la isla enfrenta un horizonte complicado en el que los apagones seguirán marcando la vida económica y social.

A pesar de que Cuba atribuye la crisis a la falta de suministros, la infraestructura desvencijada y los efectos del huracán Melissa, la magnitud de la caída en las importaciones revela un problema más estructural. La red eléctrica cubana, ya debilitada, no puede soportar la demanda con tan poca disponibilidad de combustible. En este escenario, cada reducción adicional en los despachos de México o Venezuela empuja al país a nuevos niveles de vulnerabilidad.

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