Tecla 7/6 QUÉ LÍNEA TAN DELGADA ES LA TENTACIÓN DEL PODER
Era lunes, corría el 6 de febrero del 2012, López Obrador se pronunciaba por “sacar al Ejército de las calles”.
Se encontraba en su segundo intento por la presidencia de la República y en su mensaje público (https://www.youtube.com/watch?v=53rKQb5N2C8) aludía dos prioridades a resolver: 1.- Seguridad; 2.- Trabajo.
Sobre la seguridad, decía hace ya más de 9 años: “debemos ir sacando al Ejército de las calles, el Ejército no está preparado para esta función. Es otro su encargo, es defender la soberanía nacional. Y no debe de seguirse exponiendo al Ejército, no socavar al Ejército”.
Por ello, aludía a la profesionalización de la policía. Y daba cuenta de la nueva policía federal que vendría.
Andrés Manuel no llegaría a la presidencia aquel 2012. Llegaría Peña Nieto y con ello otro sexenio maldito para México.
Sin embargo como el propio Andrés Manuel lo referiría, la tercera sería la vencida. Y en efecto, en el 2018 no sólo ganaría en las urnas ser electo presidente de México, sino que con su nombre y rostro en la boleta electoral arrasaría en diputaciones locales, alcaldías, diputaciones federales y el Senado.
Ya se está por tal, en el 2021, en el tercer año del mandato sexenal del lopezobradorismo: No sólo el Ejército sigue en las calles, el país se ha estado militarizando.
También, llegó a decir –ya en el ejercicio del poder– que terminando el sexenio se terminaría un ciclo. El paso al relevo generacional. Pero, acaba de suceder que sus afines de Morena en el Senado se pronunciaron –en reto a la Constitución— por extender el periodo de cuatro años del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a seis. Es decir, en la Cámara Alta las huestes de Ricardo Monreal, a petición de su aliado el PVEM –y sin que viniera en la iniciativa de la Reforma Judicial—se le agregó un transitorio de dos años, mientras se fortalece la referida Reforma Judicial.
Qué pasa entonces, si antes del próximo periodo electoral presidencial del 2024, estos aliados o subalternos políticos, salen que para consolidar eso que llaman Cuarta Transformación –contra la corrupción, la honestidad y esas cosas por las que aún se sigue pecando—se tendría que aplicar un “transitorio” al mandato presidencial. El propio López Obrador desde Palacio Nacional no objetó el “transitorio” del 50% más de tiempo al ejercicio del presidente de la SCJN, lo veía ben.
Qué línea tan delgada es la tentación del poder.
Más cuando de por medio hay la “lealtad ciega”, no vida democrática. Y El INE está bajo asedio de hasta juicio político. Es tal de inquietante la tensión electoral, que las amenazas de Salgado Macedonio (que merecerían tan sólo la cínica expresión de Mario Delgado, de que el guerrerense es un “juguetón” con todo y las denuncias de abuso sexual en su contra) de ir a las casas de los consejeros de la institución electoral que votaran en contra de su registro electoral por la candidatura a gubernatura de Guerrero: podría ser que por conciencia o reflexión, pero en medio de este clima de amenazas un Consejo electoral se bajó, por lo que de siete quedarían seis en la votación respectiva.
Ya el año pasado hubo un fallido intento con el bodrio político en el laboratorio de la gubernatura del vecino estado de Baja California, cuando al gobernador Bonilla se le pretendió extender su mandato por tres años más. La SCJN advirtió que el pretendido en Baja California era un fraude a la Constitución.
Por igual, en despacho anterior de Tecla 7/6 había advertido que Morena y el mismo López Obrador cuestionaban la alianza PAN-PRI (“se quitan la careta”, se decía), pero este tundeteclas observaba que los priistas no sólo estaban en Morena, sino que se perfilaban a asumir candidaturas al amparo de las siglas morenistas, lo que ha sucedido.
Tan preocupantes son las simulaciones partidistas, que sus facturas son de alto costo social. Morena y el PRI estuvieron juntos para sacar adelante el “transitorio” de los dos años de la presidencia de la SCJN, aun cuando ya el morenista Pablo Gómez, coordinador en la bancada legislativa de Morena, advirtió que el “transitorio” en la Cámara baja no iría a más.
La credibilidad es un permanente soporte de congruencias y hechos.
Una vez, en aquellos inicios de los 90s, había elecciones en Quintana Roo. Cuando estaban por abrir las casillas, una publicación (con un boletín apócrifo que le habían enviado supuestamente del CEN del PRI) anunciaba que las votaciones serían suspendidas. Las elecciones se llevaron a cabo, pero para el medio vendrían procesos penales. Fernando González me pidió entonces, que firmáramos un contrato con sus cláusulas, responsabilidades y esas cosas. En el apartado de la línea editorial, fui firme al decir que no aceptaba terceros. “No, estás de acuerdo”.- “No”.- “Pues, lo rayamos. No va ese apartado y firmamos”. Por ahí debe de estar ese contrato mutuo. Pero, siempre se pondría a consulta la edición o valoración de los fundamentos de la columna o a la una o dos de la mañana, amarrando con redacción últimos datos. Un ejercicio de resultados colectivos. El tiempo suele llevarse a los días. Pasaron tres décadas con sus errores y aciertos, nunca con mediocridad o descrédito. La adversidad, fueron más etapas adversas, no fue freno. La duda no sería plato de desayuno, comida o cena, entre Fernando González y David Rojo. El resultado de Compañía Periodística Sudcaliforniana trascendería más de un ejercicio periodístico en el país, hasta lograr, desde las páginas mismas de Tribuna de Los Cabos, radio y televisión en Puerto Vallarta-Bahía de Banderas, La Paz y Los Cabos.
Viene a cuento el ejercicio local, porque la palabra y el compromiso son una dupla eficaz para trascender entornos y realidades. Más cuando a esta dupla se suman la confianza, el respeto, la amistad. Siempre se puede ir a más. Es sumar convenciendo, no dejar maltrecho al compromiso.
En dónde quedó entonces, la palabra con el compromiso de Morena y el PRI y el riesgo mismo del desfiladero con lo de la lealtad ciega, cuando por el contrario debe de haber independencia, voz, debate y congruencia. Qué terrible costo el de la simulación partidista. Juntos el pasado y el presente: el pasado maldecido ya no como referencia, sino para enterrar al presente de esperanzas de siempre. La palabra misma de aquel lunes, cuando corría el 6 de febrero del 2012.
Los hechos son credibilidad o frustración.
Que la palabra cuente. Que no se le lastime. El compromiso tiene en juego el destino social.