Tormentas submarinas aceleran el deterioro del “glaciar del Fin del Mundo” y elevan temores por el nivel del mar

Estos fenómenos, capaces de transportar agua cálida hacia la base del hielo, activan ciclos de retroalimentación que podrían intensificarse con el calentamiento global
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La advertencia científica vuelve a apuntar a la Antártida como uno de los puntos más frágiles del planeta, luego de que nuevas investigaciones revelaran que remolinos oceánicos de corta duración están erosionando con mayor agresividad las plataformas de hielo de los glaciares Pine Island y Thwaites. Este último, conocido como el “glaciar del Fin del Mundo” por el impacto que tendría su colapso en los mares globales, enfrenta un escenario particularmente alarmante ante el avance de estas tormentas submarinas.

La región occidental antártica, donde ambos glaciares se levantan desde el lecho marino para formar plataformas flotantes, ya acumulaba décadas de deterioro provocado por un océano cada vez más cálido. Sin embargo, el nuevo análisis rompe con la idea de que el derretimiento obedece únicamente a procesos lentos o estacionales. Los investigadores documentaron un comportamiento dinámico y acelerado que ocurre en escalas de horas y días, una ventana temporal prácticamente inédita para estudios en este remoto continente.

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El estudio describe cómo remolinos submesoescalares —tormentas marinas comparables a giros rápidos en una taza de agua, pero capaces de abarcar hasta 10 kilómetros— se forman cuando colisionan masas oceánicas cálidas y frías. Estas estructuras viajan con rapidez mar adentro hasta quedar atrapadas bajo las plataformas de hielo, donde la interacción entre el relieve del fondo marino y la base irregular del hielo intensifica la mezcla vertical que impulsa agua cálida hacia la superficie inferior del glaciar.

Los modelados computacionales y las mediciones obtenidas con instrumentos oceánicos permitieron identificar que estos remolinos, junto con otros procesos de corta duración, provocaron alrededor del 20% del derretimiento observado en un periodo de nueve meses. Aunque los científicos reconocen la dificultad de aislar completamente la contribución de cada fenómeno debido a su naturaleza caótica, el hallazgo confirma que los cambios más pequeños y menos estudiados del océano pueden tener un peso significativo en la degradación del hielo antártico.

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La investigación advierte además sobre un ciclo de retroalimentación que podría escalar con un clima más cálido. A medida que los remolinos derriten la base del hielo, liberan agua dulce y fría que se mezcla con masas más cálidas y saladas en capas inferiores, generando aún más turbulencia. Esa agitación renovada vuelve a empujar calor hacia la plataforma, reforzando la pérdida de hielo en una espiral que podría intensificarse conforme avanzan las tendencias globales de calentamiento.

Las implicaciones globales de este comportamiento preocupan a la comunidad científica, pues las plataformas de hielo actúan como frenos naturales que mantienen a los glaciares anclados al continente. Thwaites, cuyo derretimiento acelerado ya preocupa desde hace años, contiene suficiente hielo como para elevar por sí solo el nivel del mar más de 60 centímetros. Pero su rol como “tapón” eleva aún más los riesgos: un colapso total podría desencadenar la desestabilización de la capa de hielo antártica occidental, con un aumento potencial cercano a los 3 metros.

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La comunidad científica coincide en que, pese al avance del estudio, siguen existiendo grandes vacíos de información debido a la inaccesibilidad de la Antártida. Buena parte de los datos dependen de modelos numéricos que necesitan ser validados con más observaciones reales, y múltiples procesos simultáneos —desde corrientes profundas hasta variaciones atmosféricas— intervienen en el derretimiento. Aun así, los especialistas celebran que esta línea de investigación aporte una pieza clave para descifrar la compleja dinámica océano-hielo.

El trabajo subraya la urgencia de comprender cómo variarán estas tormentas submarinas a lo largo de estaciones y años, pues todo apunta a que su influencia está lejos de ser marginal. La identificación de estos fenómenos de escala fina marca una nueva frontera en la investigación polar y abre puertas para mejorar proyecciones cruciales sobre la pérdida de hielo y el futuro nivel del mar, uno de los indicadores más sensibles del cambio climático global.

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