Turquía da la espalda a los migrantes de Afganistán
Ghawsuddin Mubariz ya dormía mal, preocupado por la posibilidad de ser deportado a Afganistán, cuando un estadio de fútbol lleno de aficionados turcos rompió en cánticos que pedían el regreso de los inmigrantes a su país.
El joven de 20 años se sintió bien acogido cuando llegó a Turquía hace casi dos años, después de haber huido de la ciudad de Kunduz, en el noreste de Afganistán, y tras un arriesgado viaje de tres semanas por Pakistán e Irán.
Encontró rápidamente un empleo en un restaurante de comida rápida en Estambul y enviaba la mitad de su sueldo a sus padres, que se quedaron en Afganistán, sumidos en la pobreza y la guerra.
Pero todo cambió cuando la policía comenzó a perseguir a los afganos y a meterlos en centros de detención para deportarlos, en respuesta a la creciente ira de la población hacia los inmigrantes, alimentada por una crisis económica que está mermando gravemente su poder adquisitivo.
“Cuando llegué a Turquía todo fue fácil”, dice a la AFP Mubariz, mientras atiende a los clientes del restaurante al pie de las antiguas murallas de Estambul.
“Hoy es mucho más difícil. Vayas donde vayas, vives con miedo”, asegura. “Si estás de ilegal, temes ser detenido y devuelto a Afganistán”, agrega.
Depósito de refugiados
Turquía alberga una de las mayores poblaciones de migrantes del mundo tras el acuerdo alcanzado con la Unión Europea durante la crisis de refugiados llegados de Siria, sobre todo en 2015-2016.
El presidente turco, Recep Tayip Erdogan, afirma que su país, de 84 millones de habitantes, acoge actualmente a cinco millones de migrantes y refugiados, entre ellos unos 3,7 millones procedentes de Siria y hasta 420.000 afganos.
Pero la inestabilidad económica, agravada por la pandemia de coronavirus, ha disparado la desconfianza de la población hacia los migrantes a niveles nunca vistos.
Según un estudio de la firma Aksoy, el 85 % de los encuestados se declara “preocupado” por la llegada de afganos tras la toma de poder de los talibanes.
El presidente Erdogan advirtió a los países occidentales, también inquietos por una posible nueva ola migratoria, que Turquía no pretende convertirse en su “depósito de refugiados”.
El resentimiento de los turcos estalló en público y en las pantallas de televisión hace poco, cuando miles de aficionados corearon “no queremos refugiados en nuestro país” durante un partido de clasificación para la Copa del Mundo de fútbol.
Los afganos están aquí
Mubariz tiene también otras razones para preocuparse.
La oficina del gobernador de Estambul informa de redadas casi diarias de afganos y otros migrantes en situación irregular, a los que se envía a centros de detención.
El opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP), abiertamente antiinmigrante, que controla ciudades como Estambul y Ankara, colgó pancartas en edificios en las que se ve a su líder Kemal Kilicdaroglu proclamando: “La frontera es nuestro honor”.
El tendero Habib Uzbek dice sentir esta presión, pese a que desde 1993 es ciudadano turco. “Ya sea en un autobús o en la calle, la gente nos señala: ‘Los afganos están aquí'”, cuenta este hombre de 70 años.
Mubariz tiene la misma impresión.
“Me paso las noches sin dormir pensando en qué hacer si me agarran y me deportan”, dice.
“Los talibanes nos han quitado todo lo que teníamos. Estamos desesperados”, insiste.
Este miedo obliga a muchos refugiados afganos a pasar lo más desapercibidos posible. El campo donde algunos de ellos solían reunirse para jugar al críquet los domingos lleva meses vacío.
Turquía no es un gueto de inmigrantes
Uno de los vicepresidentes de la sección de Estambul del CHP, Burkay Duzce, defiende la línea de su partido y su retórica antiinmigración de cara a las elecciones generales, previstas como muy tarde en junio de 2023.
“No estamos diciendo que estas personas deban ser entregadas a los talibanes”, dice a la AFP.
“Pero la pregunta es qué podemos ofrecer a los (recién llegados)”, explica.
“Turquía no es un gueto de inmigrantes”, sostiene.
Los eslóganes de campaña del CHP resuenan entre los turcos que han visto los precios dispararse y sus ahorros esfumarse a medida que la moneda se hunde y la inflación se afianza.
“Los alquileres se disparan por culpa de ellos“, acusa Mehmet Emin, residente en Estambul, refiriéndose a los inmigrantes.
Para Deniz Senol Sert, de la Universidad Ozyegin de Estambul, esta hostilidad pública obligará a Erdogan a mostrarse inflexible.
“Mientras haya competencia por los recursos, este odio a los extranjeros persistirá”, afirma.
Pese a todo, algunos habitantes están sorprendidos por el repentino cambio en una ciudad que ha sido un crisol cultural acogedor durante siglos.
“Solía emplear a un afgano antes de que él huyera a Alemania“, cuenta Alaaddin Cavga, un comerciante. “Le dejaba la tienda y le confiaba completamente la caja registradora“, dice.