“Pues es pesado”; vendedores ambulantes resisten a las altas temperaturas
En el municipio de La Paz, algunos trabajadores tienen que continuar con sus labores a pesar de las altas temperaturas. Tal es el caso de Álvaro, un vendedor ambulante de 70 años que, para generar ingresos, se ve en la obligación de salir a las calles por el malecón a ofrecer sus productos: llaveros y objetos decorativos de la ciudad:
“Bueno, yo soy Álvaro, la verdad me dedico aquí con el pequeño comercio, lo poco que pueda vender. La verdad que le doy gracias a Dios por andar en la vía pública. La verdad, para soportar altas temperaturas, de que ando por todo el malecón y ciertas calles, pues es pesado, aguantar esta temperatura del calorcito… Pero echándole ganas. Porque si me pongo a estar en una vía, en la esquina, pidiendo una moneda, pues como me la pueden dar, como no me la pueden dar. La verdad que sí estoy agradecido con este trabajo porque se gana una lanita, pero tienes que corretear el billete; no es nomás que te va a caer del cielo. La verdad que si se gana una buena lanita para la comida y para otras cosas también”.
Álvaro es un ejemplo de algunos vendedores ambulantes que día con día van, con la esperanza de tener una ganancia económica, a pesar de las condiciones climáticas que, a veces, suelen no ser las mejores. Él camina por el malecón todos los días en un horario de 9 de la mañana a 6 de la tarde:
“Voy a descansar el día que ya me vaya de este mundo, hasta ese día voy a descansar; hay días que la verdad que a veces se cansa el caballo […]”.
Así, aun con las altas temperaturas, Álvaro asegura que diariamente pasa por el malecón, ofreciendo sus productos. De hecho, anteriormente él se dedicaba a vender “hot dogs”, y de igual forma, él ya se había acostumbrado al calor extremo:
“Siempre me ha gustado el comercio. En la vía pública tuve puestos de “hot dogs” y siempre me ha gustado este tipo de trabajos; tienes que corretear el billete porque, como te digo, hay gente que te ayuda y hay gente que no […]”.
La rutina de Álvaro, es caminar y tomar sus ratos de descanso; también, mantener su hidratación, pero nunca dejar de vender:
“Siempre ando caminando porque, siempre tengo que estar caminando porque si me pongo en una parte, pues no. Un rato descanso y otro rato camino, y así. […] Claro que sí, echándole agüita y echándole cafecito. Mucho cafecito: unos dos, tres cafecitos, o dos cafés al día que te avientes. Eso sí, mucha agua, la verdad nada de alcohol, cero alcohol”.
También, la vida laboral de Álvaro va de la mano con el apoyo de la comunidad, tanto compradores como los mismos comerciantes de la zona. Él señala que sin ellos, no pudiera continuar:
“Sentándome un rato en la sombra, metiéndome con unos compañeros ahí, que me brindan una posada. Me meto al aire, un rato en el aire. Pero echándoles los trancazos no, no queda calor aquí. Cotorreas con uno y con otro, y así. Tiene su chiste esto, en realidad. Porque no a todo el mundo le gusta cotorrear, porque hay gente que es un poco medio “que no las molesten”; y tienen razón a veces, pero no importa aquí ando, gracias a Dios todavía”.
La vida de Álvaro es la realidad de muchos compañeros comerciantes y vendedores ambulantes. Su motivación, dedicación y fortaleza, incluyendo su humor tan agradable y la gente que lo rodea, es lo que le ha permitido aminorar la intensidad del calor en los días con temperaturas fuertes, en la capital del estado.