La guerra comercial contra México

Es extremadamente importante dejar de lado para la toma de decisiones los esquemas y parámetros que se produjeron en torno al mito de la globalización, seguir pensando desde ahí es un error económico y político muy grave. El mito de la globalización impulsó la idea de que el mundo había llegado a una especie de final comercial con la apertura económica de todos los países, y que de ahora en adelante se viviría la globalización de la riqueza gracias a que los mercados rompían las barreras comerciales. El principal mecanismo de este proceso para el caso de México fue la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
El mito del progreso fue un mecanismo establecido desde los medios de comunicación, es decir una propaganda a nivel planetario, para desestructurar la mayoría de las economías nacionales, la promesa la hicieron parecer sencilla y lógica: hay que dejar de producir bienes nacionales que no sean “competitivos” en el mercado mundial, no tiene caso producirlos en el país en la medida que existe otro país que es nuestro aliado comercial que puede hacerlo a menor precio. Fue así como México se desindustrializó y perdió la capacidad de toda su cadena de producción.
La adicción al canon neoliberal ha sido contagiosa, y es que desde el primer mandato del presidente Donald Trump el TLCAN estaba muerto, el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá no era para nada una vuelta al libre mercado, sino una plataforma económica para poder sacar ventajas desde Estados Unidos para la guerra comercial con China que se desató desde ese periodo.
Aunque el nombre en México quería hacer referencia a que el T-MEC sería una especie de TLCAN, esto en la realidad no se sostenía, menos ahora. Se establecieron ante todos acuerdos para recuperar la capacidad productiva de Estados Unidos en el marco inestable de una clase política que permanecía hasta cierto punto indecisa en cómo se desarrollaría la confrontación económica con el nuevo ascenso hegemónico de China.
Esto ha cambiado drásticamente, en este segundo periodo de Donald Trump la guerra con China es una realidad inocultable y una necesidad histórica para el capitalismo americano, la carrera por la recuperación de la industria nacional estadunidense depende esencialmente de asumir que la guerra será de larga duración. Varios analistas ligados al pentágono desde hace más de una década alertaban del agotamiento del modelo de deslocalización ya que este le permitió a China industrializarse y volverse el estado nación con mayores posibilidades de desplazar a Estados Unidos en el control del mercado mundial. El mensaje que se dio por parte de todos los tecno oligarcas en la asunción de esta presidencia es claro, hay un proceso de alineación para la recuperar lo antes posible el mercado interno para volver más competitivo a Estados Unidos desde Estados Unidos. Esa es la apuesta.
La política arancelaria, lo ha dicho frecuentemente el presidente Donald Trump, es la forma más rápida y eficiente de emendar errores en la política económica. Preocupa que los asesores del gobierno mexicano insistan en que un nuevo acuerdo comercial podría detener la actual imposición de aranceles. En los hechos el T-MEC amaneció muerto la mañana del 4 de marzo de 2025. Seguir aferrándose a que la lógica del mito del progreso que dictó que América del Norte era una región integrada, y que los tres países perseguían un mismo fin, es no querer entender para nada la lógica del mercado mundial, peor aún, mantener la idea de que el problema son las políticas arancelarias del presidente Trump es de una miopía increíble.
Son varios elementos lo que están en juego en esta guerra económica contra México, por lo que es indispensable asumir que nuestro país está en el epicentro de una conflagración mundial.
No hay que pensar en el corto plazo, es claro que esto en Estados Unidos generará una espiral inflacionaria, y que en un primer momento el desempleo aumente, es además muy probable que se tendrán que enfrentar a una recesión importante. El desplome de la Bolsa de Valores que siempre busca el beneficio al corto plazo responde a que no quieren ser obligados a disminuir sus ganancias, pero la apuesta del gobierno trumpista es que el capital financiero de Estados Unidos será controlado por el capital industrial relocalizado al mediano plazo.
¿La amenaza de una inflación y una recesión, es decir, de una estanflación detendrá la estrategia de la Casa Blanca? La respuesta es no. Al encarecer productos como el acero, por poner un solo ejemplo, debido a los aranceles lo que se obliga al productor americano es a que tengan que consumir el producido localmente, aunque esto genere incremento de costos promueve la reindustrialización y empieza a generar empleos. Lo mismo sucede con la manufactura misma, a largo plazo se espera que un refuerzo de la industria nacional les permita estabilizar los precios internos, haciendo que la economía sea más resistente a las fluctuaciones de los precios globales, esto es sumamente importante ante la capacidad competitiva de China.
En ese mismo sentido, se esperaría la mejora de los salarios, la idea central de este movimiento sería que un aumento en la productividad y la capacidad de producción interna ayudaría a mantener la inflación bajo control. Al fortalecer la producción nacional se esperaría que esto ayude a equilibrar los precios internos, así podría en un momento dado después de pasar por una espiral inflacionaria por fin controlarla en medida que la oferta local podría evitar cualquier variación.
En términos incluso militares, para Estados Unidos, al aumentar la oferta interna se disminuiría la dependencia de importaciones que podría ser volátiles, el escenario que tienen en frente es el provocado por la pandémica de coronavirus. No quieren repetir el mismo escenario en medio de una escalada en su enfrentamiento con China.
Estados Unidos está contemplando un aumento en temporal en los precios de productos importados, pero los estrategas de la Casa Blanca esperan que una economía nacional robustecida podría amortiguar las fluctuaciones inflacionarias que provengan de proveedores externos.
Ante esto, además, el planteamiento es una política fiscal y monetaria que les ayude a tener una mayor liquidez en el país para la inversión. El retiro de Ucrania va en el sentido de no sostener una guerra que no debilita a China y provoca un gasto enorme. Las políticas dirigidas a establecer una reserva de criptomonedas a través de Bitcoin y Ethereum, pero introduciendo a Ripple, Solana y Cardano lo que hace es abrir el abanico para la introducción de capital a Estados Unidos por la puerta de atrás sin las restricciones impositivas. De hecho, lo más delicado y arriesgado no sólo fue ese movimiento sino eliminar el BOI (Información del Beneficiario Final), lo que hace que activos de diferentes países puedan entrar a Estados Unidos sin la necesidad de pasar por el control de lavado de dinero.
A esto hay que agregar, el papel de Elon Musk en DOGE para disminuir el costo del estado y junto con ello los recortes de impuestos al gran capital van dirigido a provocar un mayor gasto en infraestructura, investigación y desarrollo que pueda impulsar el crecimiento económico que sería la barrera para resistir un mercado adverso ¿Hacía donde se dirige este proceso? No sólo ajustar la balanza comercial sino poder controlar el precio de los productos al interior de Estados Unidos blindándose ante una posible guerra económica de China en menos de una década.
Esto quiere decir que no es una política en medio de una irracionalidad o locura de un grupo político, es la nueva política económica adoptada por el capital americano. En México se quiere volver a pensar en que el área de comercio regional debe prevalecer para disfrutar de productos baratos, algunos analistas y políticos del gobierno salieron más defensores del mito del progreso del TLCAN que Salinas de Gortari mismo, es decir, son más papistas que el propio papa.
La única salida es la reorganización de la economía mexicana en su conjunto, eso quiere decir inversión en infraestructura, reindustrialización y una política agresiva para proteger la producción nacional, un subsidio sumamente importante en áreas estrategias y por supuesto se ha vuelto impostergable la reforma fiscal. La presidenta de México tiene la última palabra, el desafío es de una magnitud histórica innegable, es momento de cerrar filas.