Lastres y rémoras de la presidenta de México Claudia Sheinbaum

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, impulsa tenazmente su proyecto de nación contra viento y marea.
Es muy larga la lista de personajes políticos mexicanos que se han convertido en un lastre para que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, avance en sus planes.
Los peores estorbos de la presidenta Claudia Sheinbaum están en su propio partido morena.
Las rémoras también se han convertido en frenos y penosas cargas que dificultan la marcha de la presidenta Sheinbaum.
Claudia Sheinbaum navega con la mirada puesta en el horizonte presidencial, pero su barco está frenado por una estela pesada: Andrés Manuel López Obrador, el ex-presidente, se ha convertido en el lastre más contundente.
Su sombra alarga cada decisión, sus ecos retumban en actos oficiales, y su presencia continúa como freno invisible que entorpece el vuelo autónomo de la nueva administración.
AMLO es un escollo político, una carga activa que obstaculiza aquella renovación discursiva que intentó encarnar Sheinbaum desde el inicio.
Acompañando esa carga, hallamos al círculo íntimo de AMLO, convertido en un estorbo difícil de soltar.
Su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller y los tres hijos mayores de Andrés Manuel, especialmente Andy y José Ramón, se han convertido en la peor pesadilla para la presidenta de México.
Otros pesados fardos que entorpecen el trabajo de la presidenta Claudia Sheinbaum son Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña, Pedro Haces y Sergio Gutiérrez Luna, entre otros.
Todos ellos funcionan como obstáculos colaterales, como trabas que empañan la imagen de modernidad aspirada.
El posible nepotismo, la vida de dispendio, el manejo de recovecos del poder, y esa red informal de protección mutua le implica a la presidenta de México Claudia Sheinbaum, una pesada carga simbólica.
Además, todos los gobernadores de Morena, así como la jefa de gobierno de la CDMX, Clara Brugada, operan como viento en contra y refuerzan dinámicas centralistas y clientelistas que retrasan la autonomía política real.
Cada uno de ellos aporta su propia traba: desde el caciquismo local hasta la lealtad vertical incontrovertible.
El ex‐presidente AMLO, sin embargo, es el epicentro del freno.
Su influencia en la política exterior enturbia los esfuerzos de Sheinbaum por proyectarse como figura global independiente: la cercanía con gobiernos como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Colombia o Brasil, encarna una carga ideológica y diplomática que le cuesta distancia, credibilidad e impulso.
La red que AMLO tejió más allá de las fronteras de México es hoy un remolque pesado que complica cualquier giro estratégico.
Sheinbaum es inteligente y sigue manejando la política con sabiduría y la cabeza fría; pero aunque ha aprovechado su carisma, y su narrativa moderna, su centro de mando sigue más acotado que libre debido a esos lastres.
La presidenta necesita cortar amarras –al menos simbólicas– con los estorbos, trabas y tensiones que conlleva su cercanía al legado AMLO.
En esa búsqueda, deberá demostrar capacidad crítica, valor político y certidumbre ideológica.
Solo así podrá desatar el barco del peso de esos lastres y surcar aguas más limpias para encarnar, finalmente, una era verdaderamente distinta.
De las rémoras, como el secretario de Relaciones Exteriores y el secretario de Economía, entre otros, nos ocuparemos en una siguiente aportación.
YM