Los panteones paceños se llenan de vida para celebrar a los muertos

CPS MEDIA
Preparativos que honran la memoria
En La Paz, las familias ya comienzan a visitar los panteones. Con flores frescas, veladoras y recuerdos, limpian y adornan las tumbas para recibir una de las celebraciones más significativas del país: el Día de Muertos.
Entre ellas se encuentra María Marta Pérez Amador, quien desde temprano llegó al cementerio para limpiar la tumba de su padre.
“Venimos muy seguido, pero como es una fecha especial, hay que tener un poco más de limpieza, traer flores y las cosas que le gustaban a él, especialmente el pan y la Coca-Cola, que no pueden faltar”, compartió.
Un reencuentro con quienes ya no están
Para María Marta, el Día de Muertos es más que una fecha en el calendario: es un encuentro con la memoria y el cariño.
“Viene mi familia y nos quedamos un buen rato hablando y recordando las cosas que a él le gustaban. Es una forma de seguir compartiendo con él”, comentó mientras colocaba flores sobre la lápida.
Con el paso de los años, esta celebración ha cobrado mayor fuerza en Baja California Sur, donde cada vez más familias se suman a mantener viva la costumbre.
“Antes no era tan especial como lo es ahora. Hoy vemos más gente que viene al panteón, que limpia, que trae flores y que se encuentra con amigos. Nos saludamos, convivimos, es una tradición que nos une”, agregó.
Altares que conectan generaciones
Además del cuidado de las tumbas, en muchos hogares también se preparan los altares de muertos, espacios que representan la visita espiritual de los difuntos. En el caso de María Marta, la tradición continúa en casa.
“Hacemos un altar con las cosas que le gustaban a mi papá. Le ponemos su comida favorita: gallina pinta, machaca con frijoles y quesadillas. Creemos que ese día vienen a visitarnos”, dijo con una sonrisa.
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Una tradición que florece cada año
Los preparativos para el Día de Muertos comienzan varios días antes, con la limpieza de los panteones y la compra de flores, veladoras y adornos. Familias enteras participan en esta tarea, incluyendo niñas y niños, quienes aprenden desde pequeños el valor de recordar con amor a quienes ya no están.
“Venimos regularmente cada quince días, pero esta vez es especial. Es una fecha para honrar, para agradecer y para mantener viva la memoria”, concluyó María Marta.
Entre aromas de cempasúchil y voces que recuerdan a los ausentes, los panteones paceños comienzan a llenarse de vida, reflejando una tradición que, año con año, reafirma el profundo vínculo entre los vivos y sus muertos.
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