Una patria flojita y cooperando pero con la cabeza fría

México: el vecino obediente que dice que no obedece.
México y la premisa de la prostitución: flojito y cooperando pero con la cabeza fría.
En la relación México–Estados Unidos bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum y Donald Trump, el guion parece escrito en la Casa Blanca y representado en Palacio Nacional.
Desde su llegada, Sheinbaum ha acatado prácticamente todas las peticiones, solicitudes, órdenes y mandatos dictados por el mandatario estadounidense.
Y lo ha hecho sin disimulo, aunque en el discurso interno se intente maquillar con argumentos de “interés nacional” y “decisiones soberanas” que resultan más bien una traducción diplomática de “sí, señor Trump”.
En materia migratoria, México ha asumido el papel de muro humano y policía fronterizo del norte, endureciendo controles, desplegando a la Guardia Nacional y aceptando convertirse en estacionamiento temporal —o permanente— de migrantes indocumentados que Washington no quiere ver cruzando su frontera.
Los acuerdos tácitos y explícitos han reducido a México a un amortiguador migratorio que carga con el costo social, económico y humanitario de un problema que Trump prefiere empujar hacia el sur.
En seguridad, el sometimiento se ha disfrazado de colaboración.
Autorización del ingreso de militares estadounidenses al territorio nacional con el pretexto de “capacitación”. Embarcaciones militares de EEUU en los mares mexicanos haciendo labores de vigilancia. Drones que la presidenta Sheinbaum niega, pero que el Secretario Harfuch reconoce.
Sin trámite de extradición y en dos ocasiones, México ha entregado “regalos” a Trump: personajes de alto valor para las agencias estadounidenses, capturados en territorio nacional y enviados de forma expedita, como si la justicia mexicana fuera una sucursal de la estadounidense.
Sobre esos casos, la presidenta Claudia Sheinbaum declara que la entrega de reos “es por seguridad de nuestro país”, y no por petición de Estados Unidos. La ironía es que el discurso niega lo evidente, mientras los presos cruzan el Río Bravo.
En comercio, el golpe maestro: ante la amenaza de nuevos aranceles por parte de Trump, México ha ajustado su política para ser más severo y estricto con las importaciones provenientes de China.
No es una estrategia económica propia, sino una concesión para apaciguar a un socio que opera con la lógica del castigo y la recompensa.
Y para rematar, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, intenta calmar las aguas afirmando que no habrá tantos efectos económicos con los aranceles que imponga el presidente Donald Trump, curándose en salud antes de que llegue el verdadero impacto.
Pero quizá lo más preocupante es el mensaje que envía esta postura sumisa: no entienden que conceder todo por congraciarse y agradar a Donald Trump lo envalentona, lo vuelve más agresivo y regresa con demandas y exigencias que rayan en el sometimiento y casi esclavitud político-comercial.
Mientras tanto, la narrativa oficial sobre la seguridad interna roza lo surrealista.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum y su secretario de Seguridad Ciudadana, Harfuch, repiten hasta el cansancio y con ansiedad compulsiva que la inseguridad y la violencia están disminuyendo, cuando Estados Unidos simultáneamente publica una alerta de viaje por inseguridad en prácticamente todo el territorio nacional; es decir, en 30 de las 32 entidades que integran la República Mexicana.
En esta historia, México parece haber olvidado que la diplomacia no es obediencia, y que la política exterior no se construye arrodillándose en la frontera norte, sino defendiendo la dignidad y los intereses nacionales.
Pero por ahora, el libreto sigue dictándose en inglés, y las líneas se repiten en español… con acento de sumisión.
YM