El caso de Oliver Staub marca un hito al desafiar diagnósticos fatales y abrir nuevas rutas de recuperación

Foto: Familia Saub-García
Lo que pintaba como una tragedia sin retorno se ha convertido en un rayo de esperanza. Oliver Staub García, un niño que sufrió un devastador accidente automovilístico con apenas un año de edad, ha superado lo que muchos creían imposible: vivir, sobrevivir y comenzar a mostrar signos de recuperación tras estar “decapitado” médicamente durante meses.
Caso Oliver Staub: Del “no compatible con la vida” a una segunda oportunidad
El 17 de abril de 2025, en unas vacaciones familiares en Zihuatanejo, Guerrero, ocurrió un choque brutal: una camioneta de valores embistió el vehículo en el que viajaba la familia Staub-García.
Tras el impacto, Oliver quedó con una lesión tan grave que su cabeza quedó completamente separada de su columna cervical, y su médula espinal sufrió una seccion completa a la altura de la segunda vértebra cervical (C2). Los médicos en México lo consideraron “no compatible con la vida”.
Durante meses, su cabeza apenas era sostenida por músculos y piel; se mantuvo intubado, sedado y conectado a un ventilador.
Pero tras ser trasladado a la Ciudad de México, seguido por su familia al renunciar a su anterior vida en Alemania, la lucha por mantenerlo con vida apenas comenzaba.

Foto: Familia Saub-García
Una intervención inédita da un giro al fatal diagnóstico
Ante la gravedad del caso y la imposibilidad de tratarlo en México debido a la falta de instrumental y tornillos adecuados para un niño tan pequeño, la familia logró contactar al neurocirujano Mohamad Bydon, de la Universidad de Chicago, quien aceptó estudiarlo.
El procedimiento quirúrgico fue complejo: primero estabilizar su columna cervical, descomprimir la herida, reconstruir los revestimientos de la médula espinal, alinear nuevamente la cabeza con su columna y fijarla con placas, tornillos y varillas.

Foto: Dr. Mohamad Bydon
Según Bydon, no existen precedentes similares: “no hay nada como esto” en la literatura médica, ni un caso con supervivencia tras tres meses de disociación craneocervical completa.
El resultado fue tan inesperado como alentador: días después de la operación, Oliver comenzó a mostrar signos de vida. Abría los ojos, respondía, sonreía.
Con el tiempo recuperó movimiento en manos, dedos, piernas; comenzó a respirar por sí mismo la mayor parte del tiempo, y recuperó sensibilidad, incluso la percepción del deseo de orinar.
Una historia de resiliencia, solidaridad y un futuro incierto… lleno de esperanza
Hoy, Oliver ya tiene dos años. Su tratamiento continúa en un centro de rehabilitación en México, con terapias físicas, respiratorias y de estimulación neurológica.
Sus padres vendieron su casa en Alemania y se reinventaron: desde vender sudaderas e incluso pasteles, hasta recibir donaciones a través de redes sociales y plataformas de crowdfunding.
Para los médicos a cargo, este caso podría representar un antes y un después en el tratamiento de lesiones graves de columna y médula espinal, y abrir posibilidades para miles de pacientes que viven con diagnósticos considerados definitivos.
Sin embargo, hay incertidumbres: nadie puede asegurar si Oliver volverá a caminar, sentarse o sostener su cabeza por sí mismo.
Por ahora, su fuerza está en su sonrisa, su espíritu de lucha, y en lo que ya rompió: los límites de lo que la medicina consideraba imposible.
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