México entre la digitalización y la desigualdad: ¿quién gana con el nuevo auge económico?

La economía mexicana atraviesa un momento peculiar: se percibe un dinamismo notable en sectores como el nearshoring, la inteligencia artificial y la llegada de inversiones tecnológicas; por otro lado, amplios sectores de la población siguen lidiando con empleos mal remunerados, servicios públicos deficientes y una inflación que aprieta los bolsillos. Y es que el crecimiento no siempre se distribuye de manera equitativa.
Los expertos señalan que México podría convertirse en uno de los hubs tecnológicos más importantes de América Latina, especialmente en lo que respecta a infraestructura de nube y análisis de datos. Pero no solo se trata de atraer empresas o instalar servidores: hacen falta técnicos, ingenieros, mano de obra calificada… y condiciones estables de energía.
Por si fuera poco, también hay una creciente expectativa entre jóvenes emprendedores que ven en el trading, las criptomonedas y plataformas como MT5, una vía para insertarse en un mercado financiero que, si bien promete libertad económica, también exige formación, disciplina y responsabilidad. En un país donde la educación financiera sigue siendo escasa, estos caminos pueden ser tanto una oportunidad como una trampa.
Las cifras macroeconómicas parecen optimistas. Durante el tercer trimestre de 2025, el PIB nacional creció un 3.2%, tal y como anticipó el Gobierno de México. Esta evolución la impulsó principalmente el sector exportador y la inversión extranjera directa. Las maquilas en el norte del país no dan abasto, y los parques industriales se multiplican en estados como Nuevo León, Jalisco y Querétaro. Aunque no cabe duda de que esto representa un avance, muchos ciudadanos se preguntan si ese crecimiento llegará realmente a sus bolsillos.
Y las condiciones laborales, por otra parte, en muchas de estas industrias siguen dejando que desear. Pensemos en las jornadas, los contratos precarios y los sueldos. Estos apenas alcanzan para cubrir lo básico. La promesa de un México moderno aún no se cumple para millones de trabajadores. De hecho, según datos del CONEVAL, más del 37% de la población se mantiene por debajo de la línea de pobreza laboral, y a esto se suma la presión que generan los costos de vivienda en zonas urbanas. Aquí, el desarrollo económico ha elevado los precios de renta y adquisición. Y claro, esto no significa necesariamente una mejora en la calidad de vida.
Mientras tanto, en las grandes ciudades crece un fenómeno paralelo: tanto los jóvenes profesionistas como los freelancers y los emprendedores digitales están ocupados. Son ellos los que construyen nuevas formas de ingreso a través de herramientas tecnológicas. La pandemia aceleró esta tendencia, y ahora muchos ven en la bolsa de valores, los NFTs o el marketing digital, una salida viable. Sin embargo, la brecha digital sigue ahí, latente. Y es que no es lo mismo acceder a estos recursos desde una colonia con WiFi estable, que desde comunidades rurales sin conectividad. Y, por si fuera poco, muchos contenidos formativos están en inglés. Eso limita el acceso para una gran parte de la población.
Y por otro lado, está la reciente inauguración de la Escuela Latinoamericana de Inteligencia Artificial en Guadalajara. Está se celebró como un paso histórico. Con ella, México entra a una nueva era educativa que promete formar a miles de expertos en IA, robótica, automatización y programación. Se trata de un avance que ha despertado entusiasmo entre estudiantes y académicos y que han impulsado alianzas público-privadas. Pero no todos podrán aprovechar esta oportunidad de inmediato.
Y es que, aunque los cursos están abiertos a toda la República, muchos jóvenes no cuentan con los dispositivos necesarios. Tampoco hay conectividad como para seguir clases en línea. A eso se suma la falta de preparación previa en áreas STEM, que históricamente han sido descuidadas en la educación básica nacional. En definitiva, se trata de un problema estructural. Y claro, eso no se resuelve con buenas intenciones o programas aislados.
Algunos analistas advierten que la digitalización, sin un plan claro de inclusión, podría profundizar las desigualdades existentes. El desarrollo económico debería estar acompañado de políticas públicas que garanticen acceso equitativo a las oportunidades. ¿De qué sirve una escuela de IA si los estudiantes de Chiapas o Guerrero no pueden acceder a sus beneficios?
Mientras tanto, el gobierno federal sigue apostando por atraer más inversión extranjera en tecnología, y se habla incluso de instalar centros de datos en estados como Baja California y Yucatán. Estos proyectos requieren grandes cantidades de energía eléctrica y personal altamente calificado, dos recursos que no están disponibles en todas las regiones.
Aunque hay una clara visión de futuro, la ejecución será clave para evitar que el progreso se concentre solo en ciertas zonas del país. El reto está sobre la mesa: traducir el crecimiento económico en bienestar real. México se encuentra en una encrucijada y se ve dividida entre la innovación y la desigualdad. La pregunta no es si podemos avanzar, sino si ese avance será justo, incluyente y sostenible. Porque modernizarse no basta si el desarrollo no toca la puerta de todos.