México acelera con el T-MEC pero los rezagos internos frenan la carrera hacia 2026

El T-MEC no está en riesgo inmediato, pero su estabilidad dejó de ser automática. La revisión de 2026 exigirá una región coordinada y con capacidad de respuesta industrial
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La revisión del T-MEC prevista para 2026 se perfila como el mayor examen económico de Norteamérica en una década, y México llega con potencia industrial, pero también con lastres internos que amenazan con restarle velocidad. Así lo advirtieron líderes empresariales reunidos en el Expansión Summit Nuevo León, donde coincidieron en que el reto no es únicamente comercial: se trata de reforzar las capacidades internas para sostenerse frente a presiones externas crecientes.

El ángulo central del debate fue claro: las tensiones comerciales dentro del propio bloque norteamericano han erosionado el espíritu de integración que dio origen al acuerdo. La reciente política arancelaria de Estados Unidos, que grava con 25% a productos mexicanos mientras mantiene tarifas de 10% para Europa y Japón, ejemplifica un entorno más político que técnico. Para la industria, esta disparidad provoca distorsiones que obligan a las empresas a ajustar estrategias, revisar cadenas de suministro y replantear inversiones que antes parecían seguras.

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Ese cambio ha acelerado la regionalización en el sector automotriz, donde el contenido norteamericano aumentó 30% entre 2019 y 2024. De acuerdo con Manuel Montoya, del Clúster Automotriz de Nuevo León, este giro deja atrás el viejo modelo del TLCAN —basado en importar insumos de cualquier parte del mundo y ensamblarlos en México— y consolida una lógica de proveeduría regional mucho más estricta. México gana terreno bajo esta nueva regla, siempre que logre expandir su red de proveedores y mantener condiciones de competencia frente a países con subsidios ocultos, principalmente China.

Otro eje de preocupación es la vulnerabilidad que representa depender casi por completo del mercado estadounidense. Luis Javier Cendeja, presidente de COMCE Noreste, recordó que 83% de las exportaciones mexicanas terminan en Estados Unidos, pese a que el país posee una de las redes de tratados comerciales más amplias del mundo. En un contexto donde migración, seguridad y política electoral influyen en decisiones arancelarias, la falta de diversificación comercial reduce el margen de maniobra mexicano y compromete la estabilidad del propio T-MEC.

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Los desafíos internos amplifican todavía más la incertidumbre. La nueva Ley Aduanera, diseñada bajo la premisa de que los importadores buscan evadir controles, endurece revisiones y trámites que, según Cendeja, encarecen las operaciones para empresas estadounidenses y restan competitividad a la región. La comparación es dura: mientras un contenedor puede liberarse en minutos en puertos asiáticos, en Manzanillo el proceso puede llevar semanas. Así, cualquier ventaja del T-MEC se diluye ante obstáculos burocráticos que México no ha logrado resolver.

La perspectiva histórica aportada por Luis Porras, socio de Twocap, mostró que la integración con Norteamérica fue clave para estabilizar la economía mexicana desde los años ochenta. No obstante, advirtió que la inversión de largo plazo se frenó en 2024 debido a amenazas arancelarias, incertidumbre regulatoria y carencias crónicas de agua y energía en zonas industriales como Monterrey. A ello se suman trámites que pueden tardar más de un año, incrementando costos y desincentivando proyectos que de otro modo ya estarían en operación.

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Porras también señaló un vacío estructural que limita la expansión industrial: el financiamiento. La cadena automotriz opera con márgenes estrechos y muchos proveedores —especialmente pymes— no pueden absorber tasas elevadas. Sin un sistema de crédito sectorial robusto y con una banca de desarrollo que “ya no cumple su función”, México difícilmente ampliará su base productiva. Y aunque tecnologías como la inteligencia artificial ofrecen oportunidades para modernizar regiones rezagadas, el país aún batalla con lo más básico: certidumbre, infraestructura y reglas claras.

Las tres voces coincidieron en una conclusión contundente: el T-MEC no está en riesgo inmediato, pero su estabilidad dejó de ser automática. La revisión de 2026 exigirá una región coordinada y con capacidad de respuesta industrial. México tiene ventajas inéditas —un nearshoring interesante, una base exportadora sólida y una industria del noreste cada vez más sofisticada—, pero también enfrenta rezagos institucionales que, de no atenderse, pueden diluir la oportunidad histórica que se abre frente a la reconfiguración global.

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