Salvatierra: ciudad colonial de Guanajuato donde la historia cobra vida

Fundada en 1644, Salvatierra resguarda templos, conventos y tradiciones que hacen de esta ciudad un destino cultural único.
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Fundada en 1644 como una de las primeras ciudades de españoles en Guanajuato, Salvatierra conserva hasta hoy el encanto de su origen virreinal. Sus calles tranquilas, conventos centenarios y el imponente río Lerma que la atraviesa, hacen de este destino un punto obligado para quienes buscan historia, cultura y tradición.

El Puente de Batanes, uno de los símbolos más antiguos de la ciudad, da la bienvenida a un recorrido que parece detener el tiempo: acequias, canales y claustros conventuales que aún mantienen viva la memoria de un pasado religioso y artesanal.

Patrimonio arquitectónico que cautiva

Entre sus joyas destaca el Templo y Convento del Carmen, obra del reconocido arquitecto fray Andrés de San Miguel, así como el Convento de las Capuchinas, concluido en el siglo XIX, cuyo antiguo cementerio se transformó en la actual Plaza Amado Nervo.

Otro de sus recintos emblemáticos es el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Luz, que resguarda a una virgen peregrina hecha de pasta de caña de maíz, y que en 1808 fue trasladada definitivamente a este espacio tras recorrer durante años el Puente de Batanes.

El Templo y Convento de San Francisco, del siglo XVIII, también forma parte esencial del acervo histórico de Salvatierra, con un claustro restaurado después de los estragos de la Guerra Cristera.

Visitar Salvatierra no estaría completo sin detenerse a probar las delicias que elaboran las monjas capuchinas, desde obleas y churros hasta el tradicional rompope. Asimismo, recorrer el curso de la antigua acequia y sus canales permite entender cómo se configuró la ciudad desde su fundación.

Zoom

Y para quienes gustan de las vistas panorámicas, la recomendación es clara: subir a lo alto de cualquier templo y observar a lo lejos el Cerro de Culiacán, guardián silencioso del valle.

En Salvatierra los días transcurren entre tejidos, dulces conventuales y la calma de una ciudad que no conoce la prisa. Su atmósfera, marcada por la devoción y la tradición, la convierten en un destino ideal para quienes buscan una experiencia distinta, llena de historia y sabor colonial.

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