Tras el fin del cierre del Gobierno, los vuelos seguirán encareciéndose para Spirit Airlines

El fin del cierre parcial del Gobierno estadounidense no traerá un alivio inmediato para los viajeros: las tarifas aéreas seguirán complicadas, y la razón principal no está en los aeropuertos ni en la disponibilidad de personal, sino en Spirit Airlines. El ángulo central es que la caída operativa y financiera de esta aerolínea de bajo costo —aunque pocos vuelen con ella— tiene un impacto directo en los precios de toda la industria, acelerando un encarecimiento que ya se siente en las vacaciones de fin de año.
Durante más de una década, Spirit actuó como un ancla para las tarifas aéreas en Estados Unidos. Sus boletos extremadamente baratos obligaron a gigantes como American, Delta y United a mantener precios competitivos y a crear sus propios asientos “básicos” con restricciones similares. Sin embargo, esa influencia se desdibuja rápidamente: la empresa opera hoy mucho menos que hace un año, debilitada por pérdidas crónicas y por un proceso de bancarrota que ha reducido su presencia en rutas clave.
El retroceso operativo es contundente. Para esta temporada navideña, Spirit ofrecerá casi 11.000 vuelos menos que el año pasado, una caída equivalente a un tercio de su programación, según datos de Cirium. Esta reducción implica casi dos millones de asientos que desaparecen del mercado justo en el periodo de mayor demanda: entre los días previos a Acción de Gracias y la primera semana de enero. La consecuencia es evidente: menos oferta, mayor presión sobre los precios.
Los portales especializados ya lo reflejan. De acuerdo con Going.com, los vuelos nacionales en Estados Unidos costarán 6 % más durante Acción de Gracias y 7 % más en las fiestas de fin de año respecto a 2023. Aunque no todo se debe únicamente a Spirit, los analistas coinciden en que su repliegue está contribuyendo al encarecimiento. Con menos vuelos de bajo costo, las aerolíneas tradicionales tienen más margen para subir tarifas sin temor a perder clientes ante una alternativa más barata.
La crisis de Spirit no es nueva. Tras pérdidas constantes desde 2020 —año en que la pandemia devastó a las aerolíneas de bajo presupuesto—, la compañía se enfrenta a su segunda reestructuración por bancarrota. Esta semana, volvió a advertir a sus inversionistas que existen dudas razonables sobre su capacidad para mantenerse operativa durante los próximos 12 meses. Aunque un cierre inmediato no está sobre la mesa, la aerolínea ha reducido rutas a un nivel sin precedentes para frenar la sangría financiera.
El repliegue tiene efectos sistémicos. Las rutas de prácticamente todas las aerolíneas estadounidenses ahora se superponen menos con las de Spirit, lo que elimina la presión competitiva que históricamente mantenía los precios bajos. Sin su presencia en mercados clave, la estructura tarifaria del sector se mueve hacia arriba, favoreciendo a las aerolíneas con mayor capacidad y presencia nacional.
A pesar del panorama sombrío, Spirit insiste en que su papel en la industria sigue siendo vital. En agosto, cuando la empresa reconoció por primera vez la posibilidad de un eventual cierre, su director ejecutivo, Dave Davis, recordó a los empleados que Spirit ha “ahorrado a los consumidores cientos de millones de dólares”, incluso a quienes nunca han volado con la aerolínea. Pero mientras su flota permanece en tierra y su futuro financiero pende de un hilo, esa influencia se diluye, dejando a los viajeros a merced de una oferta más limitada y más cara.
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