El Xoloitzcuintle, el perro que es el símbolo ancestral del Día de Muertos

Foto pexels
El xoloitzcuintle, una de las razas más antiguas del continente americano, continúa siendo un emblema de la identidad mexicana. Asociado desde tiempos prehispánicos con el Día de Muertos, este perro sin pelo fue considerado el guía de las almas hacia el Mictlán, el inframundo mexica, si el difunto lo había tratado bien durante su vida. Su figura, cargada de simbolismo, ha perdurado durante siglos como vínculo entre los vivos y los muertos.
De acuerdo con investigaciones recientes, el xoloitzcuintle habitó el centro y occidente de México desde el siglo V d.C., siendo un acompañante constante de las culturas indígenas de la región. Sin embargo, con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el animal fue perseguido y marginado por la religión católica, que lo consideraba un símbolo de lujuria y paganismo. Aun así, en zonas rurales de Mesoamérica, los campesinos conservaron la especie y la tradición asociada a ella.
El resurgimiento del Xoloitzcuintle comenzó en el siglo XX, cuando artistas como Frida Kahlo y Diego Rivera lo incluyeron en sus obras como un símbolo de mexicanidad. Ambos lo mostraron en sus pinturas y convivieron con ellos, ayudando a devolverle su lugar en el arte y la cultura nacional. Desde entonces, el perro se convirtió en un ícono del espíritu resiliente de México, sobreviviendo al paso del tiempo y a la influencia extranjera.
Además de su importancia cultural, la biología del xoloitzcuintle lo hace único. Su falta de pelo y parte de su dentadura provienen de una mutación genética que impide a las células leer correctamente la información del ADN. Lejos de ser un defecto, esta particularidad lo distingue y lo ha convertido en objeto de estudios científicos y arqueológicos.
El perro también ha sido protagonista de numerosos mitos a lo largo de la historia. Uno de ellos sostiene que no ladra, lo cual es falso, ya que puede emitir sonidos e incluso ser más expresivo que otras razas. Otro mito indica que era un alimento común en la antigüedad, cuando en realidad su consumo se limitaba a ceremonias especiales. En contraste, sí se usaba con fines medicinales: su piel caliente servía para aliviar dolores reumáticos, reflejando la estrecha conexión entre lo físico y lo espiritual.
La investigadora Marilyn Stephany Espinosa Guerrero, egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, impulsa que el xoloitzcuintle sea reconocido oficialmente como patrimonio biocultural de México. Según sus estudios, este animal no solo ha acompañado al ser humano desde la época prehispánica, sino que representa un lazo vivo con el pasado, un símbolo de la cosmovisión indígena y del equilibrio entre vida y muerte.
En su trabajo, Espinosa documenta que antes de la Conquista existían al menos cinco razas de perros en Mesoamérica, pero solo el xoloitzcuintle sobrevivió. Su preservación se debió tanto a su papel espiritual como a su valor cultural. La investigadora propone proteger la especie, promover su conservación y difundir su importancia en la historia y el arte de México.
El legado del xoloitzcuintle sigue vivo también en la cultura popular contemporánea. La película Coco (2017) lo presentó al mundo como fiel compañero en la travesía hacia el Mictlán, fortaleciendo su vínculo con el Día de Muertos. Su imagen figura en emblemas como el escudo de Colima y el del Club Tijuana, conocido como “Los Xolos”.
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