Inundación en el Louvre destapa deterioro interno: más de 400 obras dañadas por fuga en tuberías antiguas

La avería de una tubería antigua en el Museo del Louvre derivó en una inundación que terminó dañando cientos de obras y documentos antiguos en la biblioteca de antigüedades egipcias, un episodio que volvió a exhibir fallas estructurales y decisiones administrativas cuestionadas en el recinto más visitado del mundo. El incidente ocurrió la noche del 27 de noviembre, cuando una válvula defectuosa colapsó y permitió el paso de agua sucia directamente sobre materiales cuya vulnerabilidad era ampliamente conocida por el personal.
El daño fue revelado días después por medios especializados, que accedieron a un correo interno donde se detalla que la fuga afectó seriamente espacios de trabajo, inundó alfombras y dejó inutilizables los despachos del pabellón Mollien. El relato interno subraya que la situación pudo escalar a un accidente mayor, pues el agua estuvo a punto de alcanzar una caja eléctrica en un piso inferior, un riesgo que los propios empleados lograron evitar al cortar manualmente el flujo.
La magnitud del daño quedó más clara con la estimación de expertos del propio museo, quienes calcularon que cerca de 400 piezas resultaron afectadas, varias en estado “irrecuperable”. Esa pérdida no solo compromete materiales de consulta restringida a historiadores, conservadores y académicos, sino que también evidencia un deterioro estructural que el personal había advertido insistentemente desde hace años.
Las quejas internas apuntan a que la ruptura de las tuberías era un riesgo anunciado. Los responsables del departamento habían solicitado reiteradamente recursos para reforzar la protección del acervo ante posibles averías, pues era reconocido el desgaste del sistema hidráulico. Sin embargo, según sus críticas, las prioridades presupuestales parecieron orientarse hacia otros rubros alejados de la conservación.
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Las inconformidades crecieron aún más cuando salió a relucir que, recientemente, la dirección del Louvre destinó más de 276 mil euros en mobiliario de diseño para oficinas ejecutivas, una cifra que contrasta con la falta de inversión para salvaguardar áreas de estudio esenciales para el trabajo museístico. Para especialistas, esta disparidad expone una desconexión entre la gestión administrativa y las necesidades urgentes de preservación patrimonial.
El incidente llega en un momento especialmente delicado para el museo, que aún enfrenta cuestionamientos por el espectacular robo sufrido el 19 de octubre, cuando un comando utilizó una grúa para sustraer joyas de la corona francesa en plena jornada laboral. Aunque los presuntos responsables ya fueron detenidos, las piezas robadas siguen sin recuperarse, lo que mantiene bajo escrutinio los protocolos de seguridad del recinto.
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Ambos episodios serán materia de revisión en el Senado francés, donde esta semana se presentarán las conclusiones de la investigación administrativa abierta tras el robo. El análisis legislativo se da ahora bajo la sombra adicional de la fuga y las pérdidas que dejó, un doble golpe que obliga al Louvre a revisar desde su preservación interna hasta su estrategia de seguridad externa.
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