Domingo de balaceras, bloqueos y versiones enfrentadas entre autoridades y habitantes en Chiapas

La violencia volvió a irrumpir en Chiapas con una contundencia que dejó al descubierto la fragilidad de la seguridad local y las contradicciones entre autoridades y población. Lo que comenzó como reportes de enfrentamientos entre grupos del crimen organizado terminó revelando una jornada marcada por narcobloqueos, vehículos incendiados y testimonios que no encajan con el discurso oficial. El estado, que desde hace meses vive un repunte de actividad criminal, volvió a enfrentar un domingo dominado por el miedo.
El ángulo central del caos se situó en las comunidades de Nuevo México y Cristóbal Obregón, donde habitantes denunciaron prolongadas balaceras entre grupos armados. Aunque las autoridades estatales insistieron en que no hubo enfrentamientos, los videos difundidos en redes sociales mostraron detonaciones sostenidas que contrastan con esa versión. Este choque entre narrativa oficial y evidencia ciudadana subraya la desconfianza creciente hacia las instituciones encargadas de garantizar el orden.
La Secretaría de Seguridad del Pueblo reconoció la quema de tres vehículos en la zona de Nuevo México: un torton, una camioneta pick up y un sedán. Según la dependencia, el despliegue de seguridad fue inmediato y se reforzaron patrullajes, revisiones de accesos y vigilancia constante de las vías de comunicación. Sin embargo, la explicación oficial se concentró en minimizar daños y descartar agresiones directas a la población, un mensaje que contrasta con los testimonios de quienes vivieron la jornada atrincherados en sus casas.
La Fiscalía General del Estado, por su parte, presentó una versión aún más contenida. Aseguró que los hechos se limitaron a la quema de dos vehículos y negó la existencia de enfrentamientos. Incluso afirmó tener avances importantes en la identificación de los responsables, promesa recurrente en una región donde la impunidad ha sido la regla. La postura oficial, más cercana al control de daños que al reconocimiento del problema, alimentó el malestar de comunidades que sienten que su realidad es ignorada.
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Mientras la autoridad buscaba desactivar la percepción de violencia extrema, los pobladores narraban una historia distinta. Reportaron levantones de un hombre y dos mujeres, además de robos de vehículos y asaltos a comercios durante el caos. También circularon versiones de personas asesinadas y colgadas en el parque de Cristóbal Obregón, así como cuerpos con mensajes clavados en el pecho. Nada de ello ha sido confirmado, pero la sola circulación de estos relatos refleja el clima de terror que se vive en la región.
El despliegue coordinado entre la Fiscalía, la Secretaría de Seguridad del Pueblo, la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional busca ahora dar con los responsables y restablecer la calma. Sin embargo, estos operativos llegan después de horas en que los grupos armados tomaron el control de las comunidades sin resistencia aparente. La capacidad de respuesta tardía vuelve a exhibir el vacío de autoridad que aprovechan las organizaciones criminales para operar con total impunidad.
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A medida que los habitantes reconstruyen lo ocurrido y exigen información clara, las autoridades enfrentan el reto de explicar por qué la violencia pudo avanzar tan fácilmente y por qué su versión difiere tanto de lo que vivió la población. Chiapas, atrapado en una espiral de disputa entre cárteles y debilitamiento institucional, enfrenta un nuevo recordatorio de que el crimen organizado ya no actúa en la sombra, sino a plena luz del día y sin que nadie logre impedirlo.
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