Putin dinamita la vía diplomática y escala de invasión a guerra con Ucrania

Vladimir Putin endureció su postura sobre Ucrania y anticipó que el conflicto podría prolongarse más allá del 2026, al asegurar que Rusia logrará sus objetivos por la fuerza si fracasa la vía diplomática
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La posibilidad de un alto al fuego en Ucrania volvió a diluirse luego de que el presidente ruso, Vladimir Putin, endureciera su discurso y dejara abierta la puerta a una prolongación del conflicto más allá de 2025. En un mensaje dirigido a la cúpula militar en Moscú, el jefe del Kremlin aseguró que Rusia alcanzará sus objetivos “sin ninguna duda”, incluso por la vía armada, pese a los recientes intentos diplomáticos impulsados desde Kiev.

El pronunciamiento se dio en un momento particularmente sensible, cuando el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha mostrado señales de disposición a explorar una salida negociada. Lejos de corresponder a ese gesto, Putin reiteró que Moscú está dispuesto a conquistar por la fuerza lo que denomina “territorios históricos rusos”, una formulación que reafirma la lógica expansionista con la que el Kremlin justifica la invasión iniciada en febrero de 2022.

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La señal más clara de que Moscú no contempla una desescalada inmediata llegó desde su propio Ministerio de Defensa. Andrei Beloúsov, titular de esa cartera, afirmó que existen “condiciones reales” para que la guerra continúe durante 2026, responsabilizando a la postura de Ucrania y de sus aliados europeos. El funcionario incluso anticipó como “inevitable” un colapso del frente, basado en lo que describió como un avance sostenido de las fuerzas rusas.

El discurso oficial ruso insiste en una narrativa de victoria que condiciona cualquier negociación. Putin volvió a sostener que Rusia está ganando la guerra y que, bajo esa premisa, Ucrania debe retirarse del este del país, particularmente de la región del Donbás. Esa exigencia, inaceptable para Kiev, explica en buena medida el estancamiento de las gestiones diplomáticas.

En paralelo al tono beligerante, el Kremlin reforzó el mensaje militar con anuncios de alto impacto estratégico. Putin confirmó que el misil balístico hipersónico de alcance medio Oreshnik entrará en servicio antes de que termine el año, como parte de un proceso de modernización de las Fuerzas Armadas y de fortalecimiento de la disuasión nuclear rusa.

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El mandatario subrayó que las fuerzas nucleares estratégicas seguirán siendo una prioridad para Moscú, al considerarlas clave para mantener el equilibrio de poder global. El misil Oreshnik, capaz de portar ojivas nucleares y de alcanzar objetivos a miles de kilómetros con alta precisión, ya fue utilizado a finales de 2024 en un ataque contra una fábrica militar en la región ucraniana de Dnipropetrovsk.

La dimensión regional del conflicto también se amplía con Bielorrusia como aliado central de Rusia. Moscú prevé desplegar misiles Oreshnik en territorio bielorruso antes de que concluya 2025, un paso que se suma al despliegue previo de armas nucleares tácticas en ese país en 2023 y que incrementa la presión militar sobre el flanco oriental de Europa.

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Mientras tanto, el canal diplomático con Estados Unidos permanece abierto, aunque sin resultados visibles. El Kremlin espera que Washington informe sobre las consultas recientes con ucranianos y europeos en Berlín, pero el escepticismo domina en Moscú. Dmitri Peskov, portavoz presidencial, dejó claro que cualquier evaluación dependerá de los documentos que reciba Rusia, aunque dentro del gobierno ruso ya se anticipa una respuesta negativa.

Las gestiones paralelas tampoco han arrojado avances. A inicios de diciembre, el enviado especial de Donald Trump, Steve Witkoff, y Jared Kushner sostuvieron una reunión de cinco horas con Putin que concluyó sin compromisos. El mensaje que emerge desde Moscú es consistente: mientras el Kremlin se perciba en ventaja militar, la guerra seguirá siendo, para Putin, una opción preferente frente a la diplomacia.

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