Trump ofreció a Maduro “salida segura” del poder; Washington presiona y Caracas acusa amedrentamiento

La revelación llega en un momento de tensión creciente, con advertencias sobre el espacio aéreo venezolano, cancelaciones de vuelos y acusaciones de amedrentamiento entre ambos gobiernos
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El último capítulo de la tensión entre Washington y Caracas tomó un giro inesperado luego de que el senador estadounidense Markwayne Mullin revelara que el gobierno de Donald Trump propuso directamente a Nicolás Maduro abandonar Venezuela. La afirmación, hecha tras la llamada telefónica que ambos mandatarios sostuvieron recientemente, destapa un nivel de presión diplomática que confirma que la relación bilateral sigue atrapada en un punto muerto sin concesiones visibles.

Según Mullin, la sugerencia de la Casa Blanca no fue menor: el líder venezolano habría recibido opciones para marcharse a otros países, incluida Rusia. El comentario, lanzado desde un senador que integra el Comité de las Fuerzas Armadas, subraya que Estados Unidos no solo mantiene su desconfianza histórica hacia el chavismo, sino que parece buscar salidas políticas que eviten un choque mayor en el Caribe. Las declaraciones también insinúan que la llamada no fue un gesto de acercamiento, sino un mensaje de ultimátum.

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La conversación telefónica, confirmada por Trump pero descrita por él mismo como “solo una llamada”, ocurre en un momento en que el gobierno estadounidense elevó su retórica al advertir que el espacio aéreo venezolano debía considerarse “cerrado”. Esta advertencia detonó cancelaciones de vuelos y revocaciones de licencias aeronáuticas, hechos que Caracas ha denunciado como intentos de “amedrentamiento” por parte de Washington. El ambiente, lejos de distenderse, continúa escalando.

El trasfondo militar también es innegable. Desde hace meses, Estados Unidos sostiene un despliegue considerable en el Caribe bajo el argumento de combatir el narcotráfico y perseguir al denominado Cartel de los Soles, estructura que, según fiscales del Distrito Sur de Nueva York, involucra a Maduro y a altos funcionarios venezolanos en delitos de narcoterrorismo y tráfico de armas. Aunque Caracas rechaza tajantemente estas acusaciones, la presencia militar estadounidense mantiene la presión en la región.

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El reconocimiento de Mullin sobre el contenido de la llamada también exhibe que la estrategia de Trump sigue centrada en forzar la salida del mandatario venezolano, una aspiración que ya se ha convertido en columna vertebral de la política exterior republicana hacia América Latina. El senador insistió en que “el pueblo venezolano quiere un nuevo líder”, una frase que, aunque políticamente funcional en Washington, contrasta con la complejidad interna de un país dividido, bajo control férreo del aparato estatal y sin señales claras de ruptura.

Además, la revelación se posiciona en un contexto donde Venezuela intenta proyectar estabilidad interna mientras denuncia “agresiones externas”. Para Maduro, admitir cualquier conversación que sugiera una salida voluntaria sería políticamente insostenible. Para Trump, en cambio, reconocer la llamada sin detallar su contenido mantiene la narrativa de presión y firmeza sin comprometer errores diplomáticos que puedan ser explotados en el frente doméstico.

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La disputa retórica, reforzada por sanciones, operaciones militares y despliegues diplomáticos, refleja dos lógicas que se mantienen irreconciliables: la de un gobierno estadounidense que insiste en un cambio de régimen y la de un liderazgo venezolano que utiliza cada gesto de presión para reforzar su discurso de resistencia. Lo dicho por Mullin, lejos de ser una anécdota, revela que la crisis está lejos de encontrar un camino negociado.

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