Joesley Batista irrumpe en la crisis venezolana para pedir la salida de Maduro

Su reunión con Maduro, realizada días después de la llamada de Trump, refuerza la seriedad del momento y la presión internacional para provocar un cambio político en Venezuela
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El inusual movimiento del millonario brasileño Joesley Batista hacia Caracas se ha convertido en uno de los episodios más sorprendentes dentro del laberinto político que rodea a Venezuela. Su viaje, realizado de manera discreta la semana pasada, responde a un objetivo que pocos imaginarían en un empresario de la industria cárnica: convencer a Nicolás Maduro de atender el llamado de Donald Trump para dejar el poder y abrir paso a una transición pacífica. Su presencia en Miraflores, más que un gesto aislado, revela cómo actores privados se han insertado en una crisis internacional donde la diplomacia oficial muestra claros signos de desgaste.

El acercamiento cobra relevancia porque Batista se reunió personalmente con Maduro el 23 de noviembre, apenas días después de que Trump sostuviera una llamada directa con el líder venezolano exigiendo su renuncia. Aunque funcionarios estadounidenses estaban enterados del viaje, recalcaron que el empresario actuó por su cuenta. Esta separación formal entre Washington y Batista subraya el carácter extraordinario de la iniciativa, una movida que intenta suavizar tensiones al margen de los canales tradicionales y en un contexto donde los márgenes para una negociación son cada vez más estrechos.

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El intento de mediación se enmarca en un escenario explosivo. Estados Unidos ha incrementado su presión militar sobre Venezuela y Colombia con más de 20 ataques letales contra embarcaciones supuestamente ligadas al narcotráfico, una escalada que ya suma más de 80 muertos. Trump no solo ha reiterado que los ataques terrestres “comenzarán muy pronto”, sino que sostiene abiertamente que el régimen venezolano es ilegítimo y opera como un aparato criminal vinculado al tráfico de drogas. Bajo estas condiciones, cada gesto de diálogo adquiere una relevancia estratégica.

El papel de Batista se entiende mejor al examinar su compleja red de relaciones. Por un lado, JBS —su compañía— es el mayor proveedor de carne del mundo y mantiene fuertes vínculos con Estados Unidos, donde emplea a más de 70 mil personas. Sus aportaciones políticas incluyen la mayor donación individual al comité inaugural de Trump. Por el otro, su relación con Venezuela se ha consolidado a través de multimillonarios acuerdos de suministro de alimentos en años de profunda escasez. Esa doble interlocución, rara en un solo individuo, le confiere un peso singular para dirigirse tanto al expresidente estadounidense como al mandatario venezolano.

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La propuesta de Batista no surge en el vacío. Forma parte de una constelación de intentos diplomáticos encabezados por emisarios estadounidenses como Richard Grenell, diplomáticos de Catar e inversionistas energéticos con intereses en Venezuela. Todos ellos buscan fórmulas para evitar que la crisis derive en un conflicto mayor. Sin embargo, la desconfianza sigue siendo un obstáculo central. El secretario de Estado, Marco Rubio, sostuvo recientemente que Maduro ha incumplido cualquier compromiso firmado, lo que deja en duda la viabilidad de un acuerdo confiable para Estados Unidos.

El perfil del empresario también es un elemento a considerar. Batista ha sido protagonista de algunos de los mayores escándalos políticos en Brasil, incluyendo confesiones de sobornos a cientos de funcionarios y la grabación que detonó un colapso bursátil histórico durante el gobierno de Michel Temer. Aun así, ha logrado conservar una posición de influencia extraordinaria gracias a su imperio empresarial y a su capacidad para mantenerse próximo al poder, sin importar su orientación ideológica.

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La visita a Caracas, confirmada por personas al tanto del encuentro, no solo destaca por lo inesperado del mensajero, sino por lo que insinúa: la diplomacia informal está ocupando espacios que antes eran dominio exclusivo de los gobiernos. En una crisis marcada por sanciones, amenazas militares y un deterioro institucional prolongado, la intervención de un actor como Batista refleja la magnitud de la parálisis diplomática y, al mismo tiempo, el nivel de riesgo en que se encuentra Venezuela ante una posible escalada.

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